El liderazgo que ejerce Álvaro Uribe sobre las personas que lo siguen es un asunto digno de estudios sociológicos y tal vez psiquiátricos. No se limita su influencia al asunto puramente político sino que trasciende a otros campos. Ha logrado apoderarse de la mente de las personas que lo siguen, con lo que se quiere decir es que ha logrado modelar la conducta personal de quienes lo tienen como su ídolo. Eso parece bien, sin embargo no es de mutua correspondencia entre sus seguidores y él como líder y entre él y sus seguidores.
¿Puede el ciudadano del común explicarse, el no uribista, de otra manera la actitud de sus colaboradores cercanos hoy en la cárcel, Palacio, Sabas y Velásquez? Ellos están pagando el pecado, si así puede llamarse, de haber puesto a favor del proceso de reelección de Uribe todas sus influencias y su capacidad desde los cargos que en ese momento ocupaban, sin consideración a los medios de los cuales disponían. Ahora que están pagando en la cárcel sus desvaríos como los calificó la justicia, voltean la cara a ésta pidiendo la aplicación de la justicia tan acusada y vilipendiada por su jefe político. Esa justicia que es una de las acusaciones que el Centro Democrático usa como uno de los factores por los cuales no pueden ni deben apoyar el proceso de paz que está adelantando el gobierno del presidente Santos.
Para ellos la obediencia y el acatamiento al liderazgo de Uribe no es tan ciego como lo es para otros como lo es el de los parlamentarios y parlamentarias que llevan su vocería en el congreso. En otras palabras su detención, cuando se acogen a lo dispuesto por la justicia tan menguada y digna de poco caso pues se ha prestado a la persecución política de la cual se sienten víctimas junto con sus seguidores, están cayendo en un anatema. Algo tendrá de digna y de segura que a ella acuden de nuevo, como seguramente lo hicieron cuando fueron acusados de hechos castigados por la ley, para que les reconozcan su condición de peleadores en la guerra que ahora queremos detener. Los quebrantos que le propinaron a la ley ahora quieren que, a la luz de la JEP, sean olvidados y vuelvan a poder seguir transitando con plena libertad en las calles y campos del país.
Sus seguidores, los de Uribe, fueron aconsejados a huir de las manos de la justicia; por eso hoy sabemos que uno de los aconsejados, el exministro Arias, está en los Estados Unidos a donde una comisión de miembros del Centro Democrático, seguramente aconsejados o dirigidos por su líder, fueron a pedir clemencia para él. Seguramente se olvidaron que aquí como allá, los poderes públicos son independientes unos de otros y que resulta un desatino ir a pedirles prerrogativas para uno de los condenados aquí, que no extraditados, sino que está allá voluntariamente cuando se enteró del fallo de la Corte que lo condenó. Mal antecedente para el juez norteamericano. Con este antecedente ¿sería pertinente que alguien fuera a pedir clemencia por el guerrillero Simón Trinidad que fuera extraditado y que cumple condena allá?