VAMOS a tener que ir, progresivamente, liberando cerradas y viejas posturas frente a la vida, la sociedad y la economía.
El modus operandi del aparato productivo será distinto al que conocimos.
La economía global funcionará diferente a lo que fue habitual.
Fin a economías cerradas.
Concentración del poder a través de propiedades, títulos valores, acciones y posición dominante, dará paso a compañías solidarias donde el trabajador no debe seguir siendo eslabón débil de la cadena.
Nadie sabe cuándo será oportuno y seguro reanudar actividades sin exponernos al contagio. La industria, el comercio, la actividad financiera, las telecomunicaciones, los bienes y servicios, deberán adaptarse a un nuevo mundo que no les dará el mismo ‘libertinaje’ del mercado.
Convivir con el acecho del coronavirus, hará parte, por un buen tiempo, de los presupuestos y estrategias de corporaciones. Punto central en juntas directivas. Un nuevo ingrediente en proyecciones de las empresas.
El quid del asunto este jueves no es tanto que los negocios vuelvan a abrir y las personas salgan en manada a desafiar el contagio. Lo fundamental es aceptar que la economía no podrá operar como lo venía haciendo antes de la pandemia.
Reinventarnos en casa no ha sido fácil para jóvenes y adultos. Morir, enfermarnos, asustarnos y sufrir el miedo no es tarea sencilla para jóvenes y viejos.
Reinventar el modelo económico será aún más difícil y costoso. Pero hay que hacerlo porque afuera hay un nuevo mundo que ya no tolera los mismos rígidos esquemas donde el trabajo lo ponen obreros y el capital solo lo toman sus dueños.
Incluso, tal vez, el Ejecutivo apuró los tiempos porque hay evidencia científica de un pico alto del virus al final de junio, y quizás un voraz rebrote.
Salir el 25 de mayo o unos días después, reanudar actividades y poner de nuevo a rodar el tren de la prosperidad y el desarrollo, no es lo único trascendental. Tampoco lo es la ligera línea que separa salud y economía, vida y empresas.
Lo clave será repensar el rígido y ventajoso enfoque social con que han manejado las empresas, la producción, la riqueza, el empleo, el acceso a salud, educación, vivienda, justicia y equidad.
Si población vulnerable, clase obrera, informales, profesionales independientes, los de la pobreza extrema, continúan en su laberinto; la pandemia seguirá contagiando nuestro aberrante sistema capitalista, centralista y abusador.
El nuevo comienzo no será de exclusión, injusticia, desempleo, hambre, desnutrición y el poder en manos de unos contados privilegiados.
La vida pospandemia no debería arrebatar a los pobres sus derechos. No regalarles nada, tampoco quitarles.
Las empresas no deben perpetuarse con diabólico método de despedir trabajadores, pagarles mal y negarles el derecho a crecer y ganar dignamente.
Si la sociedad sigue quebrada, dividida y en la incertidumbre, ¿cuál es el afán de reabrir la vieja economía?
Si el pronóstico pospandemia marca deserción escolar, desigualdad y miseria, ¿para qué volver?
No pagar la prima de junio es reiniciar con pie izquierdo.