Lealtades sanas | El Nuevo Siglo
Sábado, 3 de Septiembre de 2022

Mamá y papá nos dejan siempre herencias. Nosotros podemos elegir qué soltamos en gratitud y qué conservamos en amor: ambas opciones son nuestro derecho.

Las herencias pueden ser de diversa índole: generalmente, las más apetecidas son las económicas, que tienen que ver con dineros, bienes o acciones, que no necesariamente resuelven la vida, sino que la complican más; otras son éticas y morales, relacionadas con las conductas y los principios.  Algunas otras tienen que ver con las comprensiones de mundo.  Y hay unas más que son relacionales, las cuales -consciente o inconscientemente- nos vinculan con la vida, para que corra fluida o para que dé tumbos de obstáculo en obstáculo. 

Aprendemos a fuerza de experiencia, y lo confirman las configuraciones sistémicas, que de los ancestros nos llega todo. Lo que no necesariamente tenemos siempre claro es qué de aquello heredado podemos soltar, pues aparece un miedo a traicionar a mamá y papá. Así, guardamos algunas lealtades que no son nuestras y que no hay razón sana para conservar.

Aquí algunos ejemplos: si los padres se separaron, es probable que hayamos tomado partido por alguno de los dos, aquel que consideramos más débil. Entonces, aparecemos hijos salvadores de padres o madres que no requieren nuestra salvación, pues ellos son los grandes y nosotros los pequeños. Ese es un orden del amor que nos saltamos, que traspasamos, cuando asumimos como propio su dolor: si, por ejemplo, entre la pareja hubo traición, no la hubo con los hijos. Como eso no es claro, nos enredamos.

La relación de pareja de los padres es horizontal entre ellos. Nuestras relaciones con mamá y papá son verticales, pues no somos pares, sino que llegamos a la vida a través de ellos. Al identificarnos con alguno de los dos, perdemos, nuestro lugar de pequeños y nos igualamos a ellos, haciendo propia una traición que no es hacia nosotros.

Que alguno de nuestros padres nos haya abandonado es otra cosa, por lo cual es preciso saber diferenciar una infidelidad que no nos interpela de un abandono que nos permea de pies a cabeza. ¡No somos pareja de nuestros padres!  Esto parece evidente, pero como lo obvio genera ceguera es importante darnos cuenta si estamos en el lugar equivocado.

De la misma manera, podemos heredar inconscientemente oficios que en realidad no nos gustan, enemistades ancestrales, ideas que no son nuestras, emociones prestadas. Podemos devolver todo ello a nuestros padres, sin temer traicionarlos, agradeciendo por los aprendizajes que nos quedan, haya pasado lo que haya pasado. Al soltar en gratitud honramos a nuestros ancestros y nos honramos a nosotros mismos, ocupando nuestro lugar, con nuestras propias apuestas, aciertos y equivocaciones. La primera lealtad es hacia nosotros mismos.

@edoxvargas