DESDE 1976, cuando el ex presidente López Michelsen intentó reformar por primera vez la estructura de la justicia que venía de 1936, a través de una pequeña constituyente, el control constitucional de los actos legislativos reformatorios de la Carta ha sido implacable. Si así ocurre con el estado del aparato, más implacable es y será al caer al tapete las conveniencias personales de los magistrados y el fiscal. Montealegre tuvo su turno con la demanda y la Corte Constitucional lo tendrá con la sentencia que la resolverá pronto.
Por eso, la suerte del Tribunal de Aforados estaba echada desde el día en que el ex apoderado de Palacino anunció su acción. Es más garantía de impunidad para quienes venden sentencias de tutela o fallos que atropellan derechos adquiridos, adormecen procesos penales contra los buenos clientes y contratan por miles de millones de pesos diagnósticos sobre las barrabasadas del Eln, prolongar la vigencia de la Comisión de Acusación de la Cámara de Representantes.
Con la inclusión de reformas a la Rama Judicial en el proyecto de equilibrio de poderes, el Gobierno equivocó la dirección de los cambios y llevó al Congreso una iniciativa redactada al impulso de las emociones de sus ministros del Interior y Justicia, en lugar de sacar adelante, por una vía más expedita y segura, un producto que resistiera los embates de un control constitucional con prevenciones de cuerpo.
Ya se advirtió cuando rodó por los suelos la supresión de la Sala Administrativa del Consejo de la Judicatura: una reforma integral de la Justicia requiere una constituyente que la expida y la libere, en una de sus normas, de la revisión constitucional, porque de lo contrario la Corte no estaría ejerciendo con su control la defensa judicial de la Constitución, sino la defensa de los privilegios individuales de sus magistrados, y uno de ellos es la permanencia del Congreso como juez inoperante de los funcionarios con fuero.
El señor Jorge Pretelt se atornilló a su empleo a medida que ardía el escándalo de Fidupetrol para que el Senado -feliz coincidencia- le lavara su pasivo anteponiendo la política y las complicidades al Derecho y la moral. La laundry del Centro Democrático, gracias a la sabiduría de José Obdulio Gaviria y al aleteo virginal de Palomita Valencia, reducirá a sus justas proporciones el desprestigio de un protegido del coach de la agrupación.
En el horno de la Colombia desbaratada de hoy, que tiene cierto fuego lento, se sigue echando gasolina mientras los verdaderos y apasionados intereses de los partidos se excitan con frenesí, bajo el alero de unas divergencias concordantes. ¿Qué acordaron el presidente del Congreso, liberal, y el señor Jorge Pretelt, conservador uribista, durante las tres visitas que el primero hizo al segundo en el Palacio de Justicia?
*Ex presidente del Consejo Superior de la Judicatura.