La violencia trepida en Colombia | El Nuevo Siglo
Lunes, 11 de Marzo de 2024

Mientras el gobierno sigue con su discurso de paz total y de supuesta reivindicación de los humildes, la mayoría de sus medidas están provocando el caos y el incremento progresivo de la violencia. No toda la culpa es del actual gobierno, la violencia viene de atrás, más en este mandato aumenta de manera exponencial.

En las grandes urbes y en la mayoría de los municipios del país, el crimen organizado y los atentados se multiplican, también los alcaldes y funcionarios locales tienen gran responsabilidad. Fuera de eso en este siglo y finales del pasado, ningún gobierno consigue derrotar a los alzados en armas y las bandas criminales. En tanto, en el resto de Hispanoamérica los ejércitos ganaban la guerra, incluso hasta en Bolivia donde el Che Guevara se juega la vida.

Aquí, en gran medida por cuenta de la corrupción y las contradicciones políticas, impiden que los sucesivos gobiernos ganen la guerra. Si bien, es de reconocer que nuestros soldados son de los más valientes y sacrificados del planeta, capaces de jugarse la vida aquí o en otros países, como lo demuestran los mercenarios y voluntarios colombianos que se reportan vivos y muertos en Ucrania. Y la extensión de los cultivos ilícitos vino a agravar en gran parte del país, la descomposición social y el predominio de los grupos armados, que se combaten entre ellos, más cuando enfrentan a las fuerzas del orden se unen. Y esa progresión de la ilegalidad, la violencia, desestabiliza la democracia.

Aquí, las depredaciones en los campos, las montañas y las selvas del país, va determinando que sea más menos efectiva la lucha de los soldados por restablecer el imperio de la ley, puesto que no pueden salir a bombardear medio país, ni fumigar y al mismo tiempo perseguir a los alzados en armas y bandidos. Además, desde cuando los paramilitares se entregaron en tiempos de Álvaro Uribe y con Santos las Farc, como otros subversivos no hicieron la paz, el ejército se está quedando en cierta forma sin apoyo civil, que es fundamental para acabar con los grupos irregulares.

El presidente de Perú, Alberto Fujimori, consigue derrotar a los bravos guerreros de Sendero Luminoso, desde el momento en el cual entra en contacto con los campesinos, los apoya económicamente y ven positivos resultados. Aquí, hace varias décadas se abandonó el proyecto cívico militar de ganarse a los campesinos. Además, los gobiernos, en ocasiones, con sus políticas económicas equivocadas perjudican a los propietarios de la tierra y a los campesinos. Tenemos la paradoja que viene de Marx y Engel, los grandes teóricos del comunismo, que sostenían que la revolución se debía hacer por medio de las armas, puesto que la burguesía por las buenas no se dejaba quitar el poder. Entonces les decían a los trabajadores, vamos a hacer la revolución para que los proletarios sean los dueños del poder. En Venezuela, Hugo Chávez, demostró que la burguesía se dividía, se dejaba quitar el poder e incluso inicialmente colaboraba con el nuevo régimen, que lo permitía mientras se fortalecía, para después perseguirlos.

Aquí no sabemos hasta dónde puede llegar el gobierno en su demagogia, ni pasar de las palabras a los hechos. Por el momento dice que se va prorrogar en el poder y que aspira a ganar las próximas elecciones. Lo que sabemos es que con su insana y delirante demagogia anti petrolera, refutada por Lula en el Brasil, viene destruyendo la principal empresa colombiana, que en todos los gobiernos ha sido fundamental para mejorar los ingresos públicos, pagar deuda externa y hacer política social. En el país, cuando sube el petróleo mejoran los ingresos estatales y cuando caen empeoran.

El petróleo, fuera de la gasolina, ofrece múltiples derivados para la industria. Los colombianos son dueños de la riqueza nacional, del oro y el petróleo, como de otros minerales, la mayoría de los cuales se explotan en la ilegalidad. Con la actual política oficial se consolidan los fortines subversivos. Por si fuera poco, se arman algunos grupos de indígenas, como sigue la presencia armada de irregulares que se mueven a sus anchas por más de medio país.