Uno de los grandes dilemas que tiene la sociedad en general durante la segunda década del siglo XXI consiste en la administración de los recursos escasos. No solamente, en su administración, sino en el uso correcto y eficiente que se le brindan a esos recursos escasos.
A su vez, las necesidades desde el punto de vista económico se pueden clasificar en dos categorías. Por un lado, se encuentran las colectivas: de interés general vs públicas: Gobierno, infraestructura básica.
De otra parte, se presentan las necesidades del individuo clasificadas como naturales o de la vida diaria, primaria: alimentos, educación, salud. Todo lo anterior, enmarcado dentro de un sistema libre y de mercado, como en el que nos encontramos, todavía, afortunadamente, gracias a Dios.
Porque si fuera por la izquierda carnívora que nos rodea y nos invade en sus diferentes formas de lucha como por ejemplo en las universidades públicas; si por ellos fuera nuestro sistema democrático tal como lo conocemos sería una vil copia del actual modelo venezolano bajo el régimen corrupto y amoral de Maduro.
Los desórdenes presentados en varias universidades públicas a nivel nacional la semana pasada como complemento de las diferentes formas de lucha en apoyo a la minga indígena del Cauca los cuales dejaron varios muertos: uno de ellos durante la minga del Cauca; además de los presentados en la Universidad Pedagógica de Bogotá, cada vez más fuertes y violentos.
Mientras que los capuchos de las diferentes formas de lucha destruyen con odio y sevicia todo lo que esté a su alcance, el sábado 6 de abril de los presentes cuando me dirigía a dictar cátedra a las 8.00 am, me encontré con el joven Rafael, un venezolano que lucha todos los días por conseguir $55.000. Se veía cansado. No había podido dormir por el frío de la noche anterior. Llevaba casi dos días sin comer.
Contraste, sin duda alguna.
Pensaba, hacia mis adentros, si algún valiente senador se atreviera a presentar un proyecto de ley con el fin de permitir el ingreso de la Fuerza Pública a las Universidades, para acabar con el concepto de la autonomía universitaria, autonomía que convirtió a los centros educativos en referencia en unos centros de adoctrinamiento, comandos urbanos.
Muy lejos, se encuentran las Universidades Públicas de su verdadera misión ante el silencio cómplice de los señores rectores.
Como vengo contando, cuando me encontré con el joven Rafael se me abrió el corazón. Mientras escuchaba su historia y veía su dignidad, me acordaba de la imagen arrogante e indolente de los capuchos. Qué no daría el joven venezolano Rafael por estar sentado en un pupitre recibiendo las enseñanzas de su profesor.
Definitivamente, Dios le da pan al que no tiene dientes. En este caso, mientras que los capuchos tienen sus necesidades básicas resueltas, incluyendo su violenta y anárquica forma de lucha, al joven Rafael le toca, por pura necesidad de sobrevivencia, salir a luchar por su sustento diario.
Puntilla: ¿La vida es un bolero? Y, se nos viene Claudia Nayibe y Antonio Navarro en Bogotá. Que pesadilla tan infinita.
@ragomezma