Jesús tomó un pedazo de pan y mojándolo en el plato que contenía el cordero pascual como tradición judía, se lo acercó a uno de sus apóstoles, Judas Iscariote, a quién parece ser que le tenía más confianza, era el encargado de las finanzas del pequeño movimiento cristiano que recorría la Judea predicando la palabra de Dios.
Jesús en un gesto premonitorio le dijo al apóstol: “lo que has de hacer, hazlo pronto”. El apóstol se sintió turbado, pues había entendido que su Maestro sabía de sus intenciones. Iscariote apresuró su salida del cenáculo y fue al sanedrín a cumplir su cometido.
He aquí una traición que quizás ha sido la más importante de la historia de la humanidad, marcó el símbolo pérfido del hombre, cegado por la envidia, el poder y la ambición, pues a Iscariote mas allá de lucrarse con las 30 monedas de plata, aspiraba ser él líder del movimiento, pues manejaba la economía y ayer como hoy, el dinero genera poder y traición.
Judas nunca había reconocido la divinidad del Señor, lo veía como un líder popular y político influyente al pueblo, pero no creía que era el Mesías, razón tal por la cual satanás lo influenciaba colocándolo a su par. En este episodio visto desde lo temporal se evidencia la esencia del hombre en su codicia, más allá de la fe.
De aquella época acá han pasado más de dos mil años y en toda sociedad este mismo episodio se refleja, entre hermanos, socios, asociados, amigos y en fin en todo aquello que contenga poder y dinero, dos ingredientes que mueven a la humanidad.
La última cena significa para el mundo dos cosas de real importancia: una negativa, la traición; y otra positiva el nacimiento del cristianismo, el evangelio del amor, la nueva alianza que ha transformado muchos corazones.
Mas allá de la inconsistencia humana, desde aquel jueves que celebramos cada año, esta el testimonio del Cordero de Dios, que vino a este mundo para la redención de los hombres, que en nuestra imperfección vivimos en medio del pecado. Dios un su infinita misericordia nos perdona y sigue perdonándonos, tal como Cristo perdono a los ladrones en la Cruz, solo que uno de ellos en su soberbia no se arrepintió, mientras el otro humildemente acompañó al hijo de Dios en su ultimo minuto, quien antes de expirar le dijo al Padre: “perdónalos porque no saben lo que hacen”.
Lección para aprender en esta Semana Santa que debemos transmitir por fe y tradición a toda nuestra familia y la humanidad.