Estamos dando palos de ciego, sin darnos cuenta que somos víctimas de ideologías cargadas de veneno que desvía nuestra su misión natural. No estamos viendo que los medios, la ignorancia, y la soledad, nos llevan a creer que la vida es un asunto privado, definiéndonos en una total secularización (que por otra parte hace inevitable vivir en una pseudo-religión y una totalidad esclava), llevándonos a la desesperación. Reduciéndonos, desviándonos, de la verdadera divinidad humana. Y la vida termina siendo determinada por el agnosticismo, perdiendo así la libertad.
El ansia fanática de vivir que encontramos hoy en todos los continentes ha originado una anticultura de la muerte, que se va convirtiendo en la fisonomía de la muerte de nuestro tiempo: el desenfreno sexual, la droga y el tráfico de armas, se han convertido en una trinidad profana cuya red mortal se extiende por los continentes. El aborto, el suicidio, y la violencia colectiva son las maneras concretas en que opera el sindicato de la muerte, si no reconocemos que la debilidad inmunológica del cuerpo es un grito del ser humano maltratado.
Una imagen que expresa la verdadera enfermedad –el verdadero virus- es cuando la intelección de las almas, en una cultura, que declara nulos los valores: Dios y el alma ¿hoy, en qué confiamos y creemos nosotros? ¿No se han convertido en poderes: el dinero, la fuerza, el prestigio, la opinión pública, el sexo? ¿No se inclinan ante ellos los hombres y les sirven como a dioses? ¿No cambiaria, de aspecto, el mundo si se arrojase del todo a esos ídolos? (Hasta aquí Cfr. Ratzinger)
Tal vez la crisis mundial viene de desconocer la conciencia en el entendido que esta tiene derechos porque tiene deberes; pero en esta época, una gran parte del público entiende que el derecho y la libertad de conciencia consisten precisamente en prescindir de la conciencia: ignorar al Legislador y al Juez, ser independientes de obligaciones invisibles. Así, se convierte en una licencia para asumir cualquier religión o ninguna, para tomar esto o aquello y dejarlo ir otra vez, para ir a la iglesia, para ir a una capilla, para presumir de estar por encima de las religiones y para ser críticos imparciales de cada una de ellas. La conciencia es un monitor severo, pero en este siglo ha sido reemplaza por una falsificación, de la que los siglos anteriores nunca habían oído hablar o de la que, si hubieran oído, nunca se habrían dejado engañar. Es el derecho de la propia voluntad. (Hasta aquí Cfr. Newman, S. XIX)
Claro que hay salida para este cuadro de horror y la tenemos a la mano: acudir la antropología, la ciencia que estudia la verdad invisible del hombre, tenemos la verdad de la Mujer: su vocación de vivir del amor, vivir para el amor, vivir para contagiar el amor, vivir privilegiando a pobres y ricos por igual: donde esté, en lo que esté y con quien esté, este es el secreto para formar una sociedad desarrollo solidario: buscando el verdadero bien para todos, partiendo de la familia.