Juan Sebastián Medina, un niño de casi ocho meses desarrollado en el vientre de su madre, alcanzó a vivir ahí durante unos 240 días sin poder ver la luz del sol, ni recibir el amor materno, sin respirar el aire y desde luego las caricias y enseñanzas de su padre. No alcanzó a mamar la leche del seno materno, como tampoco a disfrutar de su cuna, de los juegos infantiles, el colegio, los deportes, de hacerse seguramente profesional como lo está haciendo su papá, luego de tener una novia, formar un hogar y tener sus hijos.
Juan Sebastián seguramente ha podido ser un hombre muy valido para la sociedad, quizás con las diferentes situaciones que todos afrontamos en la vida, quien sabe cual hubiese sido su destino si se le hubiera permitido vivir. Pero lo más sorprendente de todo es que lo mataron, si, lo asesinaron despiadadamente por aquellos obligados a preservar su vida. El no supo cual fue la causa de su muerte, solo que sus asesinos fueron: su propia madre, aquella que lo concibió, la que por naturaleza está llamada a cuidar y proteger a su hijo; el medico quien bajo el juramento Hipocrático lo violó indolentemente: “Jamás daré a nadie medicamento mortal, por mucho que me soliciten, ni tomaré iniciativa alguna de este tipo; tampoco administraré abortivo a mujer alguna. Por el contrario, viviré y practicaré mi arte de forma santa y pura.” Hipócrates.
Otros cómplices insólitos fueron: Profamilia la institución cuyo nombre lo indica “a favor de la familia” y en ésta, los hijos son la mayor responsabilidad y para aterrarnos, la propia justicia cuya misión es la de preservar la vida de las personas. En este caso la Corte Constitucional mediante las sentencias C-355 de 2006 autoriza el aborto en tres casos, que comprobadamente la madre de Juan Sebastián no los cumplía; y la sentencia 096 de 2018 que otorga licencia de muerte mediante la interrupción voluntaria del embarazo (IVE)) en cualquier momento, es decir hasta los 9 meses sin importar el estado del bebé.
Todo este caso tiene indignado al país por la sevicia a la que fue sometida esta creatura, en la que no le concedieron ningún derecho, violando el articulo 11 de la Constitución que prohíbe la pena de muerte, menos a un inocente. Juan Sebastián fue sentenciado a morir y de manera cruel cuando le inyectaron una solución salina letal que le paralizó el corazón, lo envenenó y luego succionó el cuerpito asfixiándolo y en algunos casos se practica la decapitación.
Profamilia se reserva estos detalles y niegan la entrega del cuerpo a su padre para cristiana sepultura, desde luego no se someten a una autopsia. Finalmente, el papá del bebe luchó incansablemente por la vida de su hijo, jurídica y mediáticamente. Perdió la batalla y a su hijo a quien anhelaba atender y criar. La madre llevará ese pecado por el resto de su existencia. ¡La muerte venció a la vida!