Cuando comenzó el bloqueo en las vías por cuenta de los manifestantes del Paro Nacional padecí la circunstancia de una población “sitiada” - rodeada textualmente por un cerco- que impedía al sector lechero, desde el campesino que se lucra con un producto de diez litros de leche diarios de una vaca promedio como del ganadero que rebozó el almacenamiento en el cuarto frío o de la pasteurizadora local, que se quedó sin suministro de empaques para embotellarla como del impedido paso de los carrotanques de las grandes empresas, que hizo buscar alternativas para no regar la leche como hacer quesos que tenderían a dañarse y en el mejor de los casos regalarla, con el inconveniente en muchos casos de no dar abasto y tener que derramarla.
Esto parecía soportable cuando en el entretanto se veían las hordas de violencia contra los individuos, policías y propiedades, de uso público y privadas, donde el gris del invierno acompañaba una tristeza inmensa de patria, mientras se veía, sin poder dormir, el horrible incendio de los CAI y la autodestrucción y el enfrentamiento y en el centro los jóvenes.
Se comenzó entonces a sufrir el desabastecimiento de combustible y de alimentos y se apretaban los labios para no dejar de sentir que en estos motivos pareciera no trazarse la raya de no obstruir las libertades mínimas del otro.
Comenté entonces en un grupo de whatsapp bastante deliberante y sumergido en la misma polarización que vive el país, la alta preocupación que me abrigaba el hecho de que las condiciones del clima antes habían favorecido la producción de leche y se veían mejores vientos, a pesar de la sobrevivencia a la pandemia y de su fuerte tercer pico … y que esta se estaba regando cuando había hambre.
La verdad….la respuesta me inquietó más todavía cuando entre muchas consideraciones valiosas de ver, desde distintas tendencias y aristas la forma de enfrentar los hechos, se redujo la conversación al mero dicho de “no llorar sobre la leche derramada” y aunque le ponía un toque amigable a estos difíciles momentos, caí en un letargo de inconformismo cuando además de acabar todo en el refrán, se terminara en volver a la polarización por un trino o no de Uribe (cuando habló de la revolución molecular disipada) y que después de semejante referencia, el tema fuera que se regara la leche.
Se irrumpieron con estos hechos muchos derechos y es el momento para abordar con las evidencias que comience por su vértice el diálogo nacional: la reglamentación de la manifestación pacífica.
Bloquear es también violencia. Sus acciones pretenden cortar de tajo las comunicaciones, frenar el desarrollo normal, en este caso de quien simplemente necesita moverse, producir, dar seguridad alimentaria y generar un ingreso.
Aunque en la Constitución está dada su medida, hoy la protesta pacífica está mal interpretada y es el momento de trazar sus líneas rojas como derecho que respeta otros derechos. De lo contrario se dejará aún en la sociedad la sensación que la protesta admite bloqueo, vandalismo, abusos y abre la esfera de la violencia. Comiencen por ahí, presidente Duque, miembros del Comité Nacional del Paro y demás convocados, por una nueva legislación a la protesta pacífica, es el inicio.
*Presidente Corporación Pensamiento Siglo XXI
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