El voto es el instrumento más sagrado de la democracia es la manifestación de la voluntad popular y la expresión personal del país que queremos. Más que una herramienta es el compromiso que cada ciudadano emite por la forma de gobierno que desea, por eso con el voto no se puede jugar.
Quien se abstiene de votar da la espalda a su responsabilidad constitucional, poco le importa la suerte de la nación, muestra su abulia y desinterés por su propia suerte y el devenir del país. Quienes se abstienen deliberadamente por no encontrar ningún candidato o partido de su preferencia, tienen la opción de manifestar su desacuerdo votando en blanco, pero cumplen con la democracia expresando su descontento.
Personalmente no me gusta el voto en blanco, considero que es un escape y además creo que finalmente es inocuo, pues los efectos reales son relativos. Es mi posición personal, lo que no significa que no sea válido, también creo que a veces termina favoreciendo al candidato más indeseado.
En el caso actual de la política en nuestro país, próximos a elegir el futuro presidente, nos encontramos en la disyuntiva de dos candidatos completamente opuestos, pero como el frio y el calor o la noche y el día, hay un momento en que se juntan. El candidato Petro, para mi entendimiento y preferencia, es todo lo contrario a lo que yo como ciudadano quisiera para mi país, encuentro en él un peligro para la estabilidad nacional, la democracia, la economía y las libertades, entre otras cosas más. El candidato Hernández a quien poco conozco, pero ya hay suficiente ilustración, me trae muchas incógnitas tanto en sus propuestas como en su personalidad, sin embargo considero que es en estos momentos el muro de contención al ingreso del perverso Socialismo del Siglo XXI a nuestro país, algo que sería desastroso para el presente y futuro de Colombia.
En ese orden de ideas y consecuente con mi pensamiento, no votaré en blanco porque sería dar el triunfo al que no queremos, por eso votaré por el ingeniero y lo haré de manera consciente y responsable. Es más, estoy invitando a votar por él para garantizar su triunfo y así derrotar la demagogia. Todo con la esperanza de que el ingeniero cumpla sus promesas de campaña como combatir la corrupción, reducir el tamaño del Estado, traer la austeridad al gobierno, pero sin extralimitarse, porque tampoco se trata de convertirnos en un Estado mísero y folclórico. Colombia es una nación digna y debe representarse como tal, de manera que ideas bucólicas y ramplonas no harán que la economía se favorezca, esto se da con impulso, apoyo y trabajo honesto. Así seremos un país rico como nos lo merecemos y no una nación miserable como nuestros vecinos que no se merecían esa suerte, pero fueron ellos quienes así lo quisieron votando mal, votando por un cambio, que resultó peor el remedio que la enfermedad.