Nicolás Maduro en gira por la Guayana dijo: “nuestros abuelos fundaron a Colombia”, recordando a la Gran Colombia. Luego agregó que “éramos una sola unión de República, Colombia se fundó aquí en el Orinoco, ustedes los Guayaneses son los padres de Colombia.”
Lo anterior constituye un retrato caricaturesco de la etapa fundacional de la Gran Colombia, el sueño grande del genio visionario del Libertador, que malograron Páez y sus amigos al separar a Venezuela del proyecto de integración en una sola república. Cierto es que con la Ley de Angostura de 1819 se sentaron las bases de la reunión en una sola Nación los territorios de Venezuela, La Nueva Granada y Ecuador, aclarando que antes esta región tuvo la categoría de Virreinato, mientras Venezuela era una Capitanía del que alcanzó a hacer parte.
Es claro que Maduro confunde a la Colombia de hoy con lo que fue la Gran Colombia, que fueron entidades territoriales diferentes. Hay que recordarle al presidente de Venezuela que la antigua provincia de Maracaibo -donde se asienta la riqueza petrolera del vecino país- hizo parte de la jurisdicción del Virreinato de la Nueva Granada, y por obra de Virrey Manuel Antonio Flores, en 1777, la mencionada provincia le fue cedida a la Capitanía de Venezuela con el argumento de que el Virrey no podía visitar esos territorios habitados por indígenas indomables. A partir de esa desafortunada decisión vienen los problemas históricos de los límites con la hermana República.
No es la primera vez que el chavismo acude a formas grotescas y poco responsables para intentar explicar, de acuerdo a las conveniencias del régimen, los procesos de la historia. Recordemos que mandaron exhumar los restos de Bolívar para que un equipo médico convalidara la tesis de Chávez de que había sido envenenado con arsénico; ello, a pesar del dictamen del Francés Alejandro Próspero Reverend -quien lo trató- sobre las causas de su deceso y los testimonios de la oficialidad venezolana. Es cierto que algunos granadinos y venezolanos incurrieron en la monstruosidad de atentar contra su vida tildándolo de dictador; intento fallido que de haberse materializado hubiera pasado a la historia universal de la infamia. No obstante lo cual, contó con la lealtad de muchos que seguían con su pensamiento y agradecían su lucha desprendida por la independencia, mientras otros buscaban quedarse con el poder.
De otro lado, también se les ocurrió la equívoca idea de trasladar los restos de Manuelita Sáenz para que descansaran junto a la tumba de Bolívar. Sería un acto simbólico; recordemos que los restos de la quiteña no pudieron ser identificados del todo porque su cuerpo fue sepultado en una fosa común en Paita.
Lo que Nicolás Maduro debió decir es que las citadas repúblicas fueron libertadas por la espada de Bolívar, vale decir, son hijas de un mismo padre, cuyos esfuerzos por la causa de la libertad seguimos honrando y su pensamiento venerando como el símbolo de la nacionalidad. Maduro, en medio del desespero, no encuentra qué decir contra Colombia.