Mientras algunos países europeos empiezan una segunda ola del Covid-19, en Colombia gobernantes y políticos empiezan a ambientar una segunda cuarentena. Algunos medios de comunicación ya vaticinan como si pudieran leer el futuro, que Colombia tendría una segunda ola como la europea, ignoran que las condiciones climáticas son un factor importante en la propagación del virus. En primer lugar, porque el frio europeo hace que las personas busquen refugio en espacios cerrados y con poca ventilación, y en segundo lugar el calor y los rayos ultravioletas ayudan a romper la molécula del virus, como lo explica el PHD en química Dr. Roger W Koops. Hay entonces una probabilidad que Colombia no llegue a los niveles de rebrote de Europa.
El 4 de octubre los profesores epidemiólogos Dr. Martin Kulldorff de Harvard, Dr. Sunetra Gupta de Oxford, y Dr. Jay Bhattacharya de Stanford, firmaron la declaración de Great Barrington. En este documento afirman que “las actuales políticas de confinamiento están produciendo efectos devastadores en la salud pública a corto y largo plazo. Los efectos incluyen tasas de vacunación más bajas, empeoramiento en los resultados de enfermedades cardiovasculares, menores detecciones de cáncer y deterioro de la salud mental. Todo esto sin duda llevará a un mayor exceso de mortalidad en los próximos años, además, hay que sumarle las graves consecuencias que dejará para las futuras generaciones haber dejado a los niños sin poder asistir a los colegios durante tanto tiempo.
Los expertos abogan por lo que llaman “Protección Enfocada” y consiste en proteger vía medidas de aislamiento a los adultos mayores, y a las personas vulnerables con comorbilidades y permitirles a aquellos que tienen bajo riesgo, vivir sus vidas con normalidad, aplicando el distanciamiento, usando tapabocas y lavándose regularmente las manos. Esta estrategia debería mantenerse hasta que llegue la vacuna o se logre la inmunidad de rebaño.
El SARS-Cov-2 es responsable de la muerte de más de un millón de personas. Cuando se infectan, las personas mayores y las que tienen comorbilidades tienen más probabilidades de morir que los jóvenes. Este gradiente de edad (riesgo adicional de muerte entre las personas mayores) es muy alto. Sin embargo, las medidas tomadas por los gobernantes para frenar el virus, como el cierre de colegios, actividad económica, atención en hospitales a enfermedades no urgentes, también matan a las personas. Algunas de estas muertes ocurren inmediatamente, por ejemplo, una persona que no va al hospital teniendo una afección cardiaca, o una epidemia de tuberculosis dada por las bajas tasas de vacunación, incluso la depresión y el suicidio. Y otras de las consecuencias se demorarán mucho tiempo en desaparecer, la perdida de movilidad social ascendente y de potencial económico acortará la vida de las próximas generaciones.
Las decisiones de los próximos días no serán fáciles. Los gobernantes deben dejar la estrategia de copiar lo que no ha demostrado efectividad y tener en cuenta recomendaciones como la de la declaración de Great Barrington.
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