Inició un año electoral. Algunos candidatos ya debaten ideas y propuestas concretas y por fin se alejan de la comodidad de los lugares comunes. Gustavo Petro no se guarda nada y anuncia sus formulas milagrosas que lastimosamente solo multiplican la pobreza y el hambre: sustitución de importaciones, impresión de billetes, nacionalización de la banca, eliminación de los fondos privados de pensiones, frenar la minería, son algunas de las ideas que lanza en cada intervención el candidato de la Colombia “Humana”, ninguna de ellas nueva y todas sin excepción probadas en diferentes países, y en todos ellos han resultado en fracasos que han dejado a millones con hambre y migrando a otros países.
Mientras las propuestas de Petro son claras y directas, la mayoría de los otros candidatos siguen sin ser claros en lo que plantean para Colombia, sin embargo, al que menos propuestas se le conocen es al ingeniero Rodolfo Hernández. En el debate organizado por la revista Semana y el diario El Tiempo, el candidato Hernández respondió ante cada pregunta que su única tarea iba a ser acabar la corrupción. Ingrid Betancur a quien se le nota que viene a Colombia de paseo una vez al año también ha reducido todos los problemas del país a la corrupción y el clientelismo. Sin duda este discurso un tanto populista atrae electores y recibe muchos aplausos, todos estamos cansados de la corrupción… o bueno eso decimos.
La corrupción no es un problema exclusivo de los políticos o del Estado, quizás la falta de honestidad en el manejo de los recursos públicos no sea otra cosa que un reflejo de lo que somos como sociedad. Las personas son corruptas en la medida de sus posibilidades, y para comprobarlo solo basta con observar un día normal en alguna calle de cualquier ciudad. Todos los días millones de colombianos usan la “rosca” o la “palanca” para conseguir un privilegio por encima de otro: un puesto mejor en la fila, que lo atiendan más rápido o que le den prioridad a su trámite. Otro tanto no respeta las colas de carros que se forman por los trancones o por cualquier otro motivo y se meten por la derecha o por la izquierda, solo basta con hacer el ejercicio de observación en un peaje. También están los que sobornan, no respetan las normas de tránsito o no pagan el tiquete en los sistemas de transporte masivo. La mayoría es corrupta en la medida de sus posibilidades. El problema entonces no es de los políticos, es de la cultura, jamás eliminaremos la corrupción en lo público si primero no cambiamos la cultura. Ningún candidato habla de esto.
Ahora bien, la corrupción es un grave problema que no puede desconocerse pero que tampoco se soluciona con formulas mágicas y menos con leyes o decretos. Además, si acabamos la corrupción al otro día no seremos Suecia, recuperaríamos algunos recursos, pero no acabaríamos la pobreza, ni tendríamos mayor equidad. Colombia tiene problemas de fondo que deben ser atendidos por los candidatos, no se puede reducir todo a la lucha anticorrupción.