En extensa carta enviada por la prensa, el presidente Santos, después de elogiarlo y reconocer que si las Farc aceptaron negociar fue por los golpes que recibió cuando Uribe era presidente, invitó al expresidente, desde “el fondo de (su) corazón” a ayudarlo “a aprovechar (esta) oportunidad única de paz.” En muchas palabras, le pide a Uribe que apruebe los acuerdos hechos y por hacer con las Farc.
Como muchos lo han hecho notar, esta misiva es, fundamentalmente, un artilugio propagandístico, más para el grueso público que para el pretendido destinatario que conoció su texto por los medios. Trata el presidente de justificar todo lo que ha acordado y lo que está por acordar con la guerrilla, en particular reitera que no hay impunidad para los responsables de graves crímenes de guerra o delitos de lesa humanidad puesto que los culpables serán penalizados con “una restricción efectiva de su libertad entre 5 y 8 años, siempre y cuando digan toda la verdad sobre lo que sucedió y contribuyan a la reparación de las víctimas”. A los criminales más notorios les bastará decir que cometieron determinados crímenes o que ordenaron su ejecución, para beneficiarse del benigno tratamiento.
Lo que entienden, gobierno y guerrilla, por “restricción efectiva de la libertad” es que estos delincuentes no puedan salir de determinadas áreas del territorio nacional, dentro de las cuales desarrollarán actividades sociales. Los asesinos de Bojayá o del Nogal no irán a la cárcel, quedarán obligados a dar clases o a sembrar lechugas. ¿Cuál será la reparación si dicen que no tienen un centavo? Según el presidente “Las Farc entregan todas, todas sus armas a las Naciones Unidas” (la repetición enfática es del presidente) lo cual es dudoso pues será imposible saber cuáles no entregan, así como no podrá comprobarse si todos los guerrilleros o cuales milicianos (guerrilleros de civil) ingresen a las zonas veredales. Ya varios de sus frentes han manifestado su rechazo a dejar las armas. Timochenko repite a la saciedad que no tiene nada de que arrepentirse pues los suyos han sido hechos de guerra y, por lo tanto, no tiene que pedir perdón por sus actividades.
El supuesto diálogo al que se invita Uribe sería para que Santos le explique por qué cree que lo ya acordado con la guerrilla es justificado y no para analizar diferentes temas a discutir con las Farc. No puede haber un “diálogo constructivo” cuando mucho de lo fundamental está convenido y no es sujeto a nuevas deliberaciones; con la propuesta reunión con Uribe se busca, obviamente, decir ante la opinión que lo acordado con la guerrilla fue objeto de un diálogo con la oposición, con Uribe. Sería ingenuo caer en una trampa tan torpe como esta.