En Nicaragua la revolución terminó siendo fin y medio: el aporte de varios sacerdotes a una causa (justa) terminó siendo un movimiento sin pies ni cabeza. La lucha por una vida digna nació muerta, terminó en manos de ignorantes y fanáticos, manipulando una ideología fallida. El lavado cerebral a los jóvenes -gracias a la peligrosa estrategia de la Investigación Acción- y una desafortunada política de los norteamericanos llevaron a ese país a una dictadura eterna. Un sueño, bien intencionado, llevó a toda una nación a vivir en un infierno sin salida.
Lo triste del caso es que nosotros podríamos estar apostando por lo mismo: nuestra “educación”, sin norte, está incursionando en tierras movedizas: sin un propósito humanizante, integral y libre. Con la disculpa de una “educación atractiva” pero desorientada y peligrosa, promovida por las mayorías políticas de turno y por unos “académicos” que descalifican cualquier institución que no se someta a sus juegos ideológicos. Estos “sabios” ignoran los verdaderos fines de la educación: en todos los niveles. ¿Cuántas universidades, en Colombia, no nacieron en algún garaje o algo parecido? ¿Qué se pierde si muchos jóvenes inteligentes -pero sin recursos económicos o con una formación escolar deficiente- estudien en una institución académica (que les da la mano y los prepara) con docentes comprometidos, programas interesantes según las necesidades locales y regionales, con principios y valores sólidos, y experiencia profesional interesante? ¿No será posible que la acreditación -por parte de sabios que no entienden la realidad socioeconómica nacional- pueda ser sesgada (por cualquier razón) cuando nuestro País necesita una juventud creativa, soñadora y sana, preparada para responder a las necesidades y realidades geográficas locales o regiones, históricamente olvidadas? ¿Cómo someter a una acreditación a universidades cuyo fin no es formar profesionales que se propongan cambiar el país, mediante una formación integral de los futuros profesionales: que investiguen, busquen la verdad y el bien común, por encima de una formación científica que será desactualizada días después del grado de los alumnos?
Esta vez el Ministerio de Educación está en manos de una profesional sobresaliente: inteligente, bien intencionada, no obstante, no se ve que la dejen incursionar en la auténtica formación integral de la persona, razón de ser de la educación, esto es que el hombre desarrolle, plenamente la riqueza infinita de sus virtualidades: incluyendo la búsqueda de la verdad. La pobreza de la política nacional no deja espacio para que la educación nacional salga de la mediocridad tradicional del país: esto se evidencia en cada rincón colombiano. No se ve que se valore que la persona humana es capaz de seleccionar entre construirse o destruirse, que, esto depende de una educación que apueste por la antropología verdadera: esta es la apuesta ganadora.
La continuación de este tema será llamada: ¡Ojo! Peligro. Y consiste en profundizar, someramente, en la universidad con vocación Colombia, con estos temas: un marco conceptual de la universidad; el sujeto de la formación integral; los contenidos de la formación integral y currículo; el docente universitario; las estructuras fundamentales de la persona humana; las tendencias sociales por atender.