Justicia en mano propia | El Nuevo Siglo
Jueves, 13 de Febrero de 2020

Diariamente pido a Dios protección a mi vida, para miembros de mi familia o persona alguna indefensa que presente riesgo inminente, porque aspiro llegar al último de mis días sin una gota de sangre en mis manos y desde luego con el peso de una o más muertes sobre la conciencia. Pero en un país como el nuestro donde la vida se encuentra en riesgo tanto a pie o en vehículo, cuando atracadores asesinos por robar unos pesos, el celular, el carro, moto o bicicleta, no vacilan en matar despiadadamente a la victima. Cientos de casos se presentan diariamente.

Me he encontrado en algunas situaciones de estas en mi vida, dos de ellas callejeras de las cuales salí bien librado y otras terribles donde seis delincuentes, una mañana, ingresaron fuertemente armados a mi casa. Logré controlarlos y negociar con ellos pagando una fuerte suma para comprar nuestras vidas. Si hubiera sido tenedor de armas, lo más seguro era que hubiese existido una tremenda desgracia, decidí pagar. Denuncié y el Gaula dio oficio de ellos, resultaron ser un reducto urbano de las Farc. De esto varios años atrás.

Estas tres experiencias muestran el peligro permanente de cualquier persona, uno no piensa, reacciona, de ahí que alguien que ha decidido portar un arma está bajo la premisa de usarla ante el peligro, porque es su vida o la del otro. El ladrón al cometer la fechoría va dispuesto a todo, sin importar la vida de la víctima, es el principio del asaltante. Un Obispo emérito me contaba que siendo cura párroco confesó a un ladrón asesino arrepentido y este le decía que ellos mataban porque lo único importante era lograr el objetivo y si se frustraba lo hacían justamente por eso.

Teniendo en cuenta casos como el del médico que ultimó a los tres atracadores, tengan la seguridad que su vida estaba en grave peligro, esos delincuentes iban por él y lo más seguro para un secuestro exprés o un paseo millonario donde hubiese podido perder su vida. El reaccionó y lo tenía claro, parece que forcejeó y sufrió heridas, pero llevaba un arma poderosa, una 9 milímetros y era para usarla como en efecto lo hizo.

¿Quería matar?, por supuesto que no, pero en un caso de esos frente a tres agresivos atracadores con armas, se vio obligado a hacerlo. El médico presentía que por su horario de trabajo, lugar de vivienda y transporte corría peligro por eso adquirió un arma y la amparó, y las armas son para usarlas.

De mi parte salgo con un taser o un spray pimienta debidamente amparados, hice curso de utilización evitando el uso exagerado, mas si inmovilizador y cuidando de no ser víctima en caso que me lo arrebaten. Afortunadamente hasta ahora no los he necesitado y espero nunca usarlos, pero en emergencia lo haría. Jamás quisiera encontrarme con el artículo 34 del código penal. No estoy de acuerdo con la justicia en mano propia, pero cuando toca, toca.

arangodiego@hotmail.com