En la literatura universal hay muchas referencias al comportamiento de los ludópatas, aunque son pocas las publicaciones que reseñan el comportamiento de los gobernantes que llegan al poder siendo jugadores.
Mucho menos en medio del ambiente hipócrita en el que vivimos, que contrasta con el mundo anglosajón donde la vida privada de los gobernantes es pública; en cambio aquí la prensa dice ser “respetuosa” de la vida privada de quienes detentan el poder.
Solo en dos ocasiones he visto que a los medios rompiendo esa regla, una vez con el Presidente Guillermo León Valencia y la otra con el Presidente Julio César Turbay.
En ambos casos conocimos diversos eventos de sus vidas privadas que fueron objeto del escrutinio público y se hicieron muchos chistes que pasaron de boca en boca, con los que la gente se burló de sus gobernantes, pero sus metidas de pata y ridiculeces solo dieron paso a la mofa, nunca al enjuiciamiento.
Todos los demás Presidentes han gozado del privilegio de la privacidad total en lo que respecta a sus vidas privadas.
Soy de los que cree que la vida privada de los hombres públicos debe ser pública también. Estoy convencido que eso le haría mucho bien a nuestra democracia y hasta sería un dique de contención para que los gobernantes al saberse vigilados se contengan y guarden siempre el mayor decoro, al menos durante las épocas en que ejerzan el poder.
Así, estoy seguro que nos evitaríamos mucha corrupción y los medios cumplirían un mejor papel al hacerle seguimiento al posible quebrantamiento de las buenas costumbres practicado por cualquiera de nuestras figuras públicas, haciendo énfasis en las más altas dignidades de nuestro enrevesado organigrama de gobierno.
Debo decir que no creo que el Presidente Santos sea un ludópata, pero todos hemos oído que es un gran aficionado al juego del póker, en el que para ganar no es necesario tener siempre una buena mano; se gana incluso teniendo pésima suerte en la repartición de las cartas si se sabe mostrar la cara de quien tiene un excelente juego.
Pues bien, siendo experto en ese juego y trasladando sus enseñanzas al ejercicio del poder, el Presidente debe tener claro que necesita mostrarse frente a su coalición parlamentaria y frente al país, en su último año, con cara de ganador, de lo contrario saltaría en mil pedazos el grupo mayoritario que lo ha acompañado durante estos largos siete años.
Ciertamente no le convienen al Presidente los bajos índices de popularidad que muestran las encuestas, por tanto, creo yo, sus amigos cercanos en los medios debieron acometer acciones para ayudarle…
En los últimos días, se han publicado varias encuestas en las que se muestra un repunte leve pero sorprendente y contraevidente en la popularidad del Presidente Santos.
Pero, recordemos que las encuestas muestran lo que un hábil encuestador quiera mostrar, cambiando un poco la conformación de la muestra los resultados cambiaran también rotundamente. Además en nuestro medio desafortunadamente todo tiene precio.
No creo en encuestas amañadas….