SI el cargo es razón para que funcionarios con poder, pero inconscientes, puedan recaudar recursos por cualquier motivo y de cualquier manera, superando las capacidades reales de las mayorías, estos están tapando el sol con las manos para no tener que privilegiar el Bien Común: las capacidades económicas de las mayorías.
Un ejemplo: hace unos meses fui a una oficina de Tránsito para refrendar mi licencia de manejar, para averiguar el procedimiento a seguir, y después de hacer una cola larga me dijeron que tenía un comparendo (palabra que creo no es español) y que no podía tener la licencia sin pagar la multa con los respectivos intereses.
Por esto me tocó ir las oficinas de Tránsito de Cota (Cundinamarca) donde supuestamente cometí la infracción, pero resultó que no tenían información de esa multa y me mandaron al Tránsito de Bogotá, y estos me “endosaron” al Tránsito de Cundinamarca. Después, ya cansado acudí a un Derecho de Petición. Luego de ocho meses tuve que acudir a una Tutela que gané. Pero a lo que voy es que en todas partes me decían, funcionarios y víctimas, que no podía ganar porque se trata de cansar a los “infractores” para que paguen las costosísimas multas. Superando las capacidades reales de los ciudadanos. Esto es jugar con candela.
Viajando en un bus de Bogotá a Guatavita se sentó a mi lado una señora mayor que me comentó, llorando, que estaba perdiendo su “ranchito”, heredado de sus abuelos, por la valoración de la “nueva” carretera: asfaltaron y pintaron las líneas de rigor sin rectificación de curvas, sin bermas peatonales, y poniendo sesenta reductores de velocidad en unos cuarenta metros, que le han dañado la suspensión a buses, camiones y carros: alguien resolvió que como hay dos clubes colindando y una escuela, al frente de estos, tienen que dejar los sesenta reductores (poco reglamentarios). Alguien cumplió un contrato pero no pensó en los vecinos de la región. Esto es jugar con candela.
Ahora, ¿qué tal las multas (astronómicas para muchos) porque alguien tiene una emergencia digestiva en la calle y no hay baños públicos a la vista? ¿Qué tal multas para los vendedores ambulantes porque alguien (por cualquier razón les compra una empanada o un perro caliente para su almuerzo) y trabajadores tradicionales, necesitados, terminan siendo deudores del Estado, de sumas leoninas? ¿No será que los legisladores no saben de los vendedores en las calles y esquinas de Nueva York, que no solo son autorizados sino que están registrados (hasta algunos de estos son, además, notarios públicos)? ¿Qué tal funcionarios que quieren pasar a la historia financiando proyectos fabulosos, por cuenta de impuestos prediales por encima de las capacidades de los dueños de casas, heredadas de los mayores o construidas con sacrificios indescriptibles? Esto es jugar con candela.
Y ¿qué tal el salario mínimo que cada años nos que raspando la olla y que a los pocos días todo sube por encima del salario mínimo? Y no hablemos de la inhumana irresponsabilidad con los recicladores de Bogotá. Esto es jugar con candela.
Para buenos entendedores una palabra basta.