Las sombras del pasado
Es evidente que los paros que vienen levantándose a lo largo del territorio nacional le están pasando factura al Gobierno del presidente Juan Manuel Santos. Por un lado se han venido convirtiendo en un mecanismo para lograr atraer la atención de una opinión pública ajena a las situaciones del campo y por el otro en un llamado de atención a un ejecutivo que históricamente se ha dedicado más a prometer soluciones que a realizarlas.
El problema es simple: que hay intereses diversos para el levantamiento de los campesinos y los mineros es indudable, pero también es cierto que nadie puede dejar de decir que este país desde hace años se olvidó de ellos.
Sin lugar a dudas, la apertura de los diálogos en La Habana terminó generando una especie de levantamiento social generado por las expectativas de unas conversaciones cuyo contenido nadie conoce, mientras desde hace años vienen poniéndose pañitos de agua tibia para solucionar los problemas de poblaciones que nunca han estado al margen de la ley, pero que pareciesen recibir menos atención que las ovejas descarriadas. Y este Gobierno abrió las puertas para hablar y las sombras del pasado llegaron a cobrarle la osadía.
Por si fuera poco, el abandono del Estado dejó en bandeja de plata a grupos al margen de la ley para que se apropiaran del pensamiento campesino y de sus movilizaciones. Y también es cierto que en muchos casos son manipulados para hacer presión política frente a una opinión pública que prefiere ver fútbol que conocer la situación de los campesinos en alguna región del país. Pero no puede desconocerse que detrás de las protestas hay razones ciertas, que quizá a la clase media de las ciudades le parezcan lejanas, pero que no pueden dejarse a un lado.
Creo que la problemática se centra en la violencia como instrumento de presión. En la violencia y en la intransigencia, como si no fuese suficiente llamar la atención, sino pretender tener el sartén por el mango, el poder. Las movilizaciones que se diluyen entre actos violentos pierden su legitimidad y su razón de ser. Allí es dónde se peca cuando se pretende hacer un llamado al Gobierno, donde se extravían los argumentos y sólo quedan en evidencia las vías de hecho.
Colombia es un país rural, que vive de sus ciudades. Ojalá las promesas dejen de ser incumplidas y las vías de hecho desaparezcan. Creo que por ahí se inicia el verdadero camino para la construcción de nuestro país
juandbecerra@