La duda
Al final no sé qué es peor. Que Guillermo Jaramillo como secretario de Gobierno salga a decir que su intención es llevar a Petro al Palacio de Nariño o que Petro salga a desmentir al señor Secretario de Gobierno al respecto. Quizá porque no tiene sentido que el funcionario que parece caracterizarse como más cercano a las ideas del Alcalde salga desmentido por su defendido, quizá porque en medio del actual ambiente político hacer una afirmación del calibre de la aspiración presidencial parece demasiado ambiciosa cuando ni siquiera se han logrado suficientes avances en el gobierno local que vienen desempeñando.
Mirándolo con los ojos de la esperanza, la declaración de Guillermo Jaramillo sería un “vamos a hacer las cosas mejor para lograr el respaldo suficiente para llegar a la Casa de Nariño”, pero Petro salió a decir que no. Mirándolo con los ojos del realismo político es una afirmación que parece fuera de tono e inconsulta, pero es imposible que el escudero del Alcalde Mayor suelte una afirmación trascendental sin tener el respaldo del Alcalde. La duda, duda no es. Quizá podría decirse que hasta con sus amigos prefiere Petro salir a enfrentarse en público.
Lo más grave es que en este momento la administración está en su circunstancia comunicacional más compleja: tiene una revocatoria que viene tomando fuerza en la población, por cuenta principalmente de los desaciertos del mismo Alcalde; tiene problemas que para los bogotanos terminan siendo tan palpables que sobrepasan los avances que ha logrado la administración -cualesquiera que sean-; tiene una población que lentamente se extravía entre la dicotomía Santos y Uribe mientras los Progresistas se enredan en sus discursos desalineados; tiene un órgano de control que aunque parece del siglo XIX tiene o va a encontrar los elementos suficientes para destituirlo. Entonces aparece la pregunta, ¿era necesario salir a caldear más a la opinión pública?
Es claro que Gustavo Petro tiene un pésimo equipo de comunicaciones, ya sea porque no funciona o porque permite que Petro haga y diga lo que se le ocurre. Mientras tanto la improvisación parece llevarse a la ciudad por delante, y los problemas siguen escalando en los ciudadanos del común, polarizando a la ciudad entre un discurso agresivo y unos hechos que parecen ser suficientemente dicientes.
Creo que hoy Bogotá no merece seguir en la duda existencial del alcalde Petro, si quiere gobernar y salir airoso de la revocatoria y el proceso en la Procuraduría, debería dejar de hablar tanto y tan mal y ponerse a gobernar.
@juandbecerra