El feliz país de los destrabes
Colombia terminó siendo el país de los destrabes. De repente todas la obras públicas terminan trabadas y todos los procesos de resonancia nacional terminan trabados y se hace un cubrimiento magnífico al destrabe de cualquier cosa. Si después de varios años se logra destrabar una vía que nunca debió haberse parado, es la gran noticia. Si un político es llamado a presentarse es maravillosa nueva aunque hayan pasado años de su desarrollo.
Nos quedamos en los intentos de solución o en las pequeñas metas, como si fuese mucho menos importante toda la demora y los costos que ella conlleva para los colombianos.
Esa es quizá la mejor respuesta para todos aquellos que preguntan el por qué Colombia es el país más feliz del mundo. Si nos ponemos felices porque se reanudan las obras de una carretera que debió haber estado construida hace varios años, incluso cuando aseguran que puede pasar otro par para terminarla, las razones saltan a la vista. Es tan crudo nuestro nivel de aceptación de la corrupción que nuestras expectativas terminaron siendo mediocres y miserables.
Ahora bien y como para no dejar en el aire la celebración del país más feliz del mundo, debe también ponerse sobre la mesa que miles de colombianos logran la felicidad absoluta cuando llegan a su casa sin haber pisado un campo minado o cuando logran comprar una panela para sus hijos. Insisto, es un problema de bajas expectativas que se inician en lo personal y se reproducen hasta en las más altas esferas de lo público.
Volviendo a los destrabes, vaya increíble sistema judicial que tenemos que genera multas por menos del 0,1% de un contrato como el caso de los camiones de basura de la capital de la República, o aún mejor, prórrogas en las concesiones que no han cumplido lo acordado. En nuestro país a cualquiera le parece sencillo “pasarse por la galleta” la ley, como si se tratara de una simple expresión caprichosa de un niño pequeño.
Quizá pueda simplificarse en eso que llamamos sistema de valores o en la cultura del dinero fácil que nos ha dejado el flagelo del narcotráfico. Creo que podría mejor resumirse como una representación de la realidad que vemos todos los días, en la que pasar por encima de la ley es más beneficioso que cumplirla. Acaso, ¿no es suficiente razón para que seamos el país más feliz del mundo?
@juandbecerra