El Gobierno de la ciudad
Si lográsemos suponer que el alcalde bogotano no se llama Gustavo Petro, sino cualquier otro, con cualquier nombre y cualquier apariencia, quizá lo ocurrido con las basuras hubiese terminado realmente con problemas serios, con la ciudadanía infinitamente indignada, con una sensación mucho peor que la que quedo en el ambiente bogotano.
Pero no fue así, Petro al final sí ha logrado convertir a la ciudad en un poco a su imagen y semejanza, nos viene acostumbrando a su talante agresivo, a sus decisiones que discursivamente lo único que hacen es defender, aun sin argumentos, su posición frente al resto del mundo.
Quizá no era necesario llegar hasta donde llegamos para terminar contratando de nuevo a los mismos y quedó claro que no se necesitaban más de dos días para entender que la decisión de la administración no estaba suficientemente desarrollada para enfrentar el proceso completo de recolección.
Petro al final dijo que dio un paso atrás pero que la ciudad avanzó muchos otros, pero en el fondo creo que él sabe que el único que perdió fue él y su credibilidad, porque para haber logrado lo mismo no tenía que salir en todos los medios despachándose en contra de todos aquellos que no apoyaban su idea, como un adolescente rebelde.
Petro revivió el macartismo y lo llevó a su máxima expresión. Retomó lo peor del marxismo clásico para generar un enfrentamiento de clases, en la que ni siquiera ha logrado identificar a los bandos, se quiere amarrar a través de un lenguaje populista que se enclava en la defensa arraigada de posiciones que él considera responden a las necesidades del pueblo, pero sin entender realmente lo que el pueblo necesita. Petro se sigue encerrando en sus disputas personales, logrando que buenas intenciones terminen disminuidas por su personalidad intratable.
El problema de la basura será superado al final, y quizá las intenciones del alcalde Gustavo Petro de lograr una ciudad más recicladora lleguen a buen puerto por el bien de la ciudad misma. Pero el Alcalde perdió otro round, uno más en su lista. Y lo perdió gracias a sí mismo. Lo perdió por encerrarse sólo con su soberbia. Y como en ese juego nadie gana, y es la ciudad quien termina pagando los platos rotos, tendremos que seguir en las mismas, porque ya nos dejó claro que para él, él es el único que puede tener la razón.
@juandbecerra