JUAN DIEGO BECERRA | El Nuevo Siglo
Domingo, 14 de Septiembre de 2014

VAGONES

La otra miseria

Nosotros  los colombianos sufrimos de una extraña forma de miseria. Y es una miseria mental, que corroe a la sociedad, que está enquistada en las instituciones, en las universidades, en nuestros padres de la  patria. Es esa miseria en la que nos convertimos jueces de todos como si tuviésemos la verdad revelada, tipo Álvaro Uribe, y somos mediocres quedándonos sólo en justificaciones, tipo Pastrana, y cínicos y cizañeros tipo Samper. Y en Santos se refleja esa falta de consistencia, de coherencia, de verraquera. Lo peor es que eso se replica en todos nuestros líderes, sin prejuicio de color o posición ideológica.

La izquierda ha sido históricamente obtusa intentando ganar adeptos, y gobernando, pero siguen pensando que son los únicos que podrían valer la pena en este país. Y pasó lo de Samuel, y lo de Bula, y ahora lo de Petro y lo de justicia también. Y extrañamente siguen pensando lo mismo. Y no han logrado ser ni un poco críticos, a pesar de tener doctorado en criticar por todo, a pesar de no hacer más que mirar la paja en el ojo ajeno.

Y la derecha se acostumbró a justificarse por todo, sin proponer al menos una revisión de las cosas que podrían hacerse mejor. La derecha se volvió terca, estúpida, como si de verdad el país no hubiese podido estar al menos un poco mejor. Ciegos, sordos y mudos cual Shakira, y el país inundándose o como un desierto, y muchos avivatos robándose cada centavo con la sevicia en los ojos mirando a los indígenas, o a los niños, o a los campesinos, o a usted o a mí, muriendo de hambre.

Y mientras tanto nos volvimos espectadores impávidos, mientras los unos creen que van a cambiar el mundo cuando no cambian ni ellos, y los otros no cambian ni para darse cuenta de que el mundo ha cambiado. Y no volvimos a intentar proponer nada, nos quedamos en el fracaso de la ola verde para decir que ya los jóvenes no quieren participar, que nos tocó conformarnos con los viejitos hablando de lo mismo, mirándonos al ombligo, quejándonos por todos y por todo.

Creo que no somos mejores que nuestros vecinos venezolanos, como para que nos sintamos moralmente superiores simplemente porque ellos ahora le rezan a Chávez. Nosotros le rezamos mientras tanto a Dios y al diablo y a Uribe y a Pastrana y a Santos y a Samper. Pero nos carcome la miseria, esa que a veces es más difícil de erradicar que la económica de la que nos quejamos tanto.

@juandbecerra