JUAN DIEGO BECERRA | El Nuevo Siglo
Domingo, 22 de Junio de 2014

Exceso de felicidad

 

Lo  único que me ha quedado claro luego de los procesos electorales es que Colombia es un país triste. Y no por la tristeza de los uribistas por la ganada de Juan Manuel Santos o de los santistas por la cantidad de votos logrados por Zuluaga, o por los fraudes cuyas pruebas nunca han aparecido, o por la abstención que no deja de ser la verdadera ganadora de los comicios. Colombia es un país triste porque seguimos viviendo con miedo. Los colombianos tenemos miedo de todo, de la izquierda, de la derecha, del centro.

Creo que el problema radica en un discurso mediocre en el que podemos ser más seguros gracias a una cosa que llamamos seguridad democrática pero que no sabemos qué es; a otro discurso en el que cualquiera que se considera de izquierda es un guerrillero de camuflado o de civil aunque nunca lo escuchemos; a un statu quo cómodo y miserable que nos hace mantenernos cómodos en medio de la podredumbre. Somos tristes porque no podemos más que vernos en el espejo de los muertos.

Y somos tristes porque siempre tenemos que celebrar el triunfo de otros, de esos que sí lograron dar un paso y sobresalir. Y en los últimos años han sido deportistas que lograron salir de nuestras fronteras, y los artistas que viven en Miami y los que lograron hablar con el neutro mexicano. El resto nos seguimos mirando el ombligo, con el miedo de un cambio, con la paranoia de pensar que somos felices gracias a las mediciones, no a las sonrisas de los niños sin hambre cada noche.

Somos tristes como los monos de Patarroyo, como los toreros en la Santamaría. Porque vivimos a punta de un orgullo inexplicable que aún nos hace pensar que somos mejores que los ecuatorianos o los venezolanos, que somos más inteligentes porque no llegamos al comunismo o porque no llegamos a la dictadura. Somos tristes porque no sabemos siquiera de dónde venimos, y aún más porque no sabemos a dónde vamos.

Por eso los logros de la Selección en este mundial se convierten en un exceso de falsa alegría, de riñas, muertos y heridos. Porque no triunfan las ideas, porque nos sentimos colombianos por una camiseta, no por una idea de país. Ojala que la Selección llegue muy adelante en el certamen, pero también que un día podamos celebrar por haber llegado a ser algo más que una república bananera en la que aún es mejor pensar en matar a los enemigos que sentarse a controvertir con ellos.

@juandbecerra