JUAN DIEGO BECERRA | El Nuevo Siglo
Domingo, 8 de Diciembre de 2013

Política en cuerpo ajeno

 

Después de las tristes historias que ha vivido nuestro país con los nexos de nuestros políticos con el narcotráfico, el paramilitarismo o la guerrilla, volveremos en las próximas elecciones a encontrarnos con los mismos apellidos que otrora fueron juzgados o que se mantienen investigados por todo tipo de crímenes contra la democracia colombiana. Y probablemente muchos de esos apellidos volverán a llegar al Capitolio, y todo seguirá igual, como si nada hubiese pasado.

Si bien es cierto que la responsabilidad penal debe ser individual, cuando hablamos de política debería tenerse un rasero diferente. Un político que utilizó a grupos paramilitares para hacerse elegir, fácilmente puede usar esa historia de sangre para lograr los votos por sus hijos o sus hermanos sin la necesidad de volver con armas a amedrentar a la población que lo eligió alguna vez; puede volver a regalar tejas de zinc  y ladrillos en cabeza de otra persona para presionar a los electores que sabe que puede manipular; no tiene más que poner su apellido en un cartel para recordarle a la gente que ahora no es él, sino cualquiera de sus parientes.

En la política las garantías deberían ser para el elector que alguna vez sufrió algún tipo de presión por cuenta de grupos armado ilegales, no para los hermanos o hijos de aquellos que presionaron a los colombianos incautos. Es una falacia pensar que la familia de los implicados no tuvo nunca conocimiento de lo que hizo el condenado, pero que casualmente mantiene su caudal de votos en las mismas regiones donde alguna vez su respectivo familiar tuvo el poder político.

Por eso nuestra democracia no camina hacia donde debería. No he escuchado a ninguno de los candidatos que heredará votos realizando una evaluación a conciencia de lo que hizo su pariente y garantizando que dichas acciones no habrán de repetirse. No he visto un acto de gallardía en el que se respete la acción de las autoridades y se juzguen las actuaciones de los que alguna vez estuvieron. Simplemente salen a utilizar sus apellidos, a mantener en familia el poder político para seguir en las mismas.

La política en Colombia debería empezar al menos por evaluar quiénes son aquellos que han puesto los cargos públicos al servicio de la delincuencia y desde allí pensar cómo podemos cambiar para hacer de este un país mejor. De lo contrario el poder de los paras, los narcos y los guerrilleros seguirá siendo el mismo y nada habrá cambiado.

@juandbecerra