AL morir Albert Hirschman en su casa cerca de la Universidad de Princeton, va reduciéndose la galería viviente de los verdaderos grandes de la economía. Nacido en Berlín apenas iniciada la Primera Guerra, casi conquista los 100 años. Judío, huyó de los criminales del nazismo en la adolescencia, estudió en París y Londres el pregrado para terminar optando el doctorado en la Universidad de Trieste en Italia. Y en el interregno hizo parte de la resistencia contra Mussolini, luchó con los republicanos en la guerra civil española, sirvió en el ejército francés contra las fuerzas del totalitarismo y coordinó una red de refugiados que salvó la vida a miles de miembros de minorías perseguidas. Desde mi juventud temprana, cuando por primera vez leí un escrito suyo, lo identifiqué con André Malraux. Hirschman, a diferencia del héroe francés, resistió las sugerencias para volver a la nativa Alemania y enarbolar políticamente sus ideas libertarias. Terminada la Segunda Guerra, fue traductor simultáneo en los juicios de Nuremburgo y acto seguido emigró a EE.UU. dentro de un grupo de grandes, financiado por el millonario norteamericano Varian Fry donde iban también André Breton, Marc Chagall, Max Ernst y Hannah Arendt. Inmerso ya en una academia estrictamente compartamentalizada -en su propósito de evitar roces y conflictos entre disciplinas- muy rápido asumió su rol -lo ha recordado Le Monde (diciembre 27, 2012, p. 19)-, como economista transdisciplinario; en Harvard y Columbia, antes de llegar a Princeton donde se desarrolló su carrera como profesor e investigador.
En 1970 publicó Entrada, Salida y Lealtad, análisis impecable que estudia la permanencia de los agentes no sólo dentro de un sistema económico sino en todas las organizaciones e instituciones humanas: los norteamericanos siempre están listos a salir, a escapar el sistema, y recrear. Al paso van quedando desechos organizacionales y costo social en crecimiento. Mientras más se propicie la entrada y se reforme desde adentro menor será el costo asociado y el valor resultante -lealtad- estrechará el tejido social. En lo político -señalaba Hirschman- la salida de los críticos más duros de Fidel Castro fue lo que aseguró la permanencia en el poder del líder comunista.
A sus 80 años, en 1995, escribió Propensión a la Auto-Subversión, sin disputa su obra capital. Como el filósofo Wittgenstein, Hirschman siente que la actividad intelectual sólo puede existir a plenitud cuando se renuncia al estado de represión freudiana que impide proyectar nuevos horizontes de pensamiento y se asume el riesgo. Y como Rousseau, Hirschman reivindica el sentido grande de la palabra subversión, expoliado por su identificación con la violencia.
Estrategia del Desarrollo Económico, publicada en la década de los 50, fue concebida por Hirschman en Colombia a donde llegó en una misión del Banco Mundial que se prolongó por 4 años. Quiso y conoció en sus entrañas a nuestro país, que recorrió de palmo a palmo. Hernán Díaz captó con su lente el rostro a la vez ingenuo e inquisitivo de Hirschman que es hoy fotografía oficial suya en el Institute for Advance Study, la institución íntimamente ligada a Princeton que tanto fue enriquecida por él.
Hace poco más de 20 años tuve la suerte de conocerlo bien de cerca dentro de un programa de Princeton que vinculó un semestre como profesores a recién graduados en Economía y Desarrollo Económico. Desafiando con amabilidad desde dentro las normas vigentes, Hirschman decidió que postgraduados apenas acunados, no necesariamente de doctorado (yo lo era de maestría de la Universidad de Vanderbilt) provenientes de países en desarrollo podrían hacer aportes sustantivos a estudiantes de pregrado de economía y sociología. No me cabe duda de que, en medio de un mar de aplicaciones, en mi escogencia jugó a favor mi nacionalidad colombiana. Al fin y al cabo Hirschmnan se desayunaba oyendo a Lucho Bermúdez y se le iba la tarde entre melodías de arpa llanera.
Revistas alemanas se preguntan indignadas por qué no recibió el Nóbel. Me tranquiliza saber, como dice en su obituario The Economist (p. 96, diciembre 22, 2012) que acorde con sus obras, la salida de Hirschman no apagará sino intensificará la densidad de su voz y teorías.