LA DUREZA DE LA ESTADÍSTICA
SI el presidente Chávez ha sido reelegido cuando aparezca esta columna se corroborarán los serios cuestionamientos de naturaleza científica que los certámenes electorales venezolanos de los últimos años han tenido por parte de agencias y organizaciones especializadas. Statistical Science, revista indexada del Instituto de Matemática Estadística, entre cuyos editores se cuentan los profesores Samuel Kou de Harvard, David Madigan de Columbia y Guenther Walther de Stanford, dedicó su edición de noviembre del año pasado a revisar minuciosamente el referendo de 2004 por el que una mayoría de ciudadanos (59 por ciento) votaron por la no revocatoria de Chávez.
El monitoreo electoral, conducido por observadores desplegados para tal fin, busca detectar irregularidades relativas al acceso de votantes e integridad de las urnas de votos. Sin embargo, no toca el tema abstruso de la exactitud y fidelidad electoral. Una elección es exacta y fiel cuando el resultado es consistente con las preferencias de los sufragantes y no se identifica con la noción de resultado perfecto. En cada elección, como lo sabemos quienes hemos tenido la calidad de miembros de misiones técnicas de esta naturaleza en elecciones en distintos países, se presentan diferencias entre el conteo oficial y el volumen de votos depositados por el electorado. Estas diferencias son con frecuencia irrelevantes.
Durante la última década se han desarrollado herramientas y metodologías estadísticas para adelantar auditorías, tanto durante períodos pre como post electorales, con el fin de detectar irregularidades y garantizar la integridad de los procesos de elección democrática. Se trata no únicamente de la creación de dispositivos pro-democracia representativa sino de un cautivante ejercicio intelectual estadístico y matemático.
Los estudios que incluye el número de Statistical Science proponen métodos diferentes pero complementarios para recoger, analizar e interpretar datos post-electorales y brindan una visión bien útil de los instrumentos estadísticos que permiten determinar con alto grado de certeza la integridad de una elección. Se trata de sistemas refinados a raíz del estudio del referendo venezolano de 2004 y tendrán uso en venideros procesos electorales en Montenegro, Ucrania y Sierra Leona.
Pues bien, todos los estudios pioneros del número de Statistical Science concluyen que el referendo de 2004 fue intencionalmente manipulado y falseado. Esta consulta a la revocatoria del presidente Chávez constituyó la primera vez en que fue utilizado el voto electrónico en Venezuela. Cerca del 87 por ciento de todos los sufragios utilizaron el nuevo sistema.
Los trabajos de los investigadores Perichi y Torres, Prado y Sansó, Martín y Hausmann y Rigobón, y Jimenéz -hay que reiterarlo aquí- rompen terreno virgen al erigir nuevos sistemas de medición. Perichi y Torres, por ejemplo, dan un empleo especial a la ley estadística de Newcomb-Benford para probar la integridad electoral. Haussmann y Rigobón llegan por la vía limpia del análisis cuantitativo a la conclusión de fraude en el referendo.
Y una gran conclusión emerge, como se viene viendo en EE.UU. y algunos países europeos: los nuevos sistemas electrónicos de votación han abierto la posibilidad de manipulaciones sutiles pero sistemáticas cuya identificación es altamente compleja. En muchas ocasiones incluso el ejercicio mismo de la auditoría electoral es un reto cuando las máquinas de votación no producen confirmación o prueba material del voto que pueda ser reservada para un conteo manual posterior de ser este necesario.
Capriles podrá ser el nuevo presidente de los venezolanos o Chávez haber sido reelegido o no saberse aún quien será en la mañana de hoy. Una victoria de Capriles no únicamente sería un baño balsámico para Venezuela. Significaría que su peso derrotó incluso las predicciones y vientos desfavorables de la estadística predictiva. Y ello sería el triunfo espléndido de la democracia.