Lunes, 25 de Abril de 2016
Política externa 2018-2022
Un libro reciente del profesor Hilton L. Root Dynamics among Nations/The Evolution of Legitimacy and Development in Modern States [The MIT Press 2014] plantea los problemas que se originan entre la construcción de democracias liberales y crecimiento económico acelerado. En lugar de un sistema liberal fundado en valores universales, los recién llegados al boom como Brasil, Rusia, India y China disfrutan hoy de las ventajas del derecho internacional económico, alrededor de la OMC y otros organismos. Sin embargo, rechazan los valores nucleares del internacionalismo liberal. Al esfuerzo de otros Estados por transformarlos en elementos de un ethos o código global ético, las nociones de democracia, derechos humanos, prerrogativas laborales y sistema económico transparente naufragan inexorablemente.
Quienes abogan y obtienen réditos de la fluidez en el intercambio económico y el correlativo doblegamiento de soberanías son los primeros en esgrimir antiguallas para resistir el derecho de injerencia internacional enderezado a proteger de los abusos a segmentos de población. La legitimidad universal de la noción de Estado de Derecho –alega la dirigencia de los países nuevos ricos– no está ligada a parámetros de origen occidental.
Se trata ni más ni menos que del problema del colado o polizón [free-rider] en teoría de finanzas públicas trasladado al esquema de las relaciones internacionales. El sistema de internacionalismo liberal es vulnerable a alteraciones graves, dice el profesor Root, cuando sus valores no son compartidos por todos sus miembros. Si en la dimensión doméstica político-social no es posible reclamar la observancia de cánones mínimos, por ejemplo normas de la OIT sobre jornadas laborales, en países de economía abierta como son los Brics, habrá propensión a su violación. Este es el caso de China e India con el abuso de leyes laborales internacionales. O de Brasil con transgresiones continuas a los códigos de transparencia OCDE.
La operación mixta de principios económicos liberales y sistema político no simplemente imperfecto sino con sesgos autoritarios o persecutorios termina impactando la propia economía. Root habla de megatendencias globales en desarrollo caracterizadas por fuerzas centrífugas no siempre debidamente captadas por el Occidente liberal, cuyos Estados miembros han resuelto asumir que su adopción seguirá el mismo proceso de aprendizaje ocurrido en la dimensión económica.
Existen evidencias patentes de factores desfavorables al advenimiento pleno del internacionalismo liberal y de cierta entropía inherente al sistema. El comercio mundial está transformando las fronteras. En la nueva geografía, el sur se mueve hoy de la periferia hacia el centro. Las economías emergentes, que suministran 40 por ciento del producto global, seguirán creciendo a tasas del 6 por ciento anual promedio mientras las economías más avanzadas se desaceleran. Para 2050, 70 por ciento del comercio mundial se originará en países Brics y semejantes.
Los interrogantes esenciales radican en el dilema de Root: ¿hasta qué punto la falta de Estado de Derecho frustrará pronósticos de crecimiento que suelen sojuzgar variables institucionales? ¿Podrán los colados o free riders seguir siéndolo en medio de entornos de fuerzas centrífugas y entrópicas reflejo de falencias en materia de derechos humanos y contextos democráticos?
Aquí se encuentra el reto colosal de la política externa de quien elijamos para gobernar Colombia entre 2018 y 2022. Nuestras relaciones internacionales abandonaron el panamericanismo democrático que se inauguró con el segundo mandato del presidente Alberto Lleras Camargo, médula de nuestra presencia hemisférica. Hoy se permite y auspicia su violación en las mismas fronteras y se celebra la permanencia de gobiernos depredadores de vidas humanas y normas democráticas. El período que se inaugura en 2010 en el Palacio de San Carlos pesará gravosamente en la historia colombiana como el paréntesis en que derechos humanos y Estado de Derecho dejaron de ser nortes de política internacional.
Recuperarlos será la mejor formulación de política económica externa.