La resurrección del Olimpo
Hace apenas un año pocos apostaban un euro por el futuro de la economía griega. Los escépticos, en el seno de Europa, encabezados por Alemania no veían otra alternativa que la salida de Grecia de la Unión Europea. La semana terminó con pronunciamiento del Consejo de Europa, encabezado por la férrea Alemania, que celebra los logros fiscales de la oveja negra de la Unión.
El tema no es tanto hoy el tamaño del superávit que se buscó imponer a la economía de este país. La regla árida de diferencia positiva entre ingresos y egresos gubernamentales que dieran un simple margen al pago de intereses sobre la deuda abrió la vía al diálogo entre acreedores y gobierno en Atenas. Lo que viene es una solicitud -de antemano bienvenida- de una extensión del MFFA (Acuerdo Base para el Servicio de Asistencia Financiera, provisto por el Banco Central Europeo y el FMI) que no es simple ducto de liquidez sino un acuerdo edificado sobre compromisos posibles de Grecia.
Así, las autoridades económicas griegas presentaron una lista inicial de reformas a las cuales se les hará seguimiento conjunto con el fin de llegar a las metas establecidas dentro de principios de flexibilidad. Sobre lo cual emergió acuerdo de que habrá en Grecia reformas estructurales que apuntalen crecimiento y empleo. Quedó claro, en el mismo nivel de importancia, el criterio de justicia social. Lucha técnica, no retórica, contra la corrupción y la evasión fiscal deben darse comienzo ya.
A las demandas de superávit triplicados, Grecia impuso la regla de un modesto pero significativo superávit primario que excluye pago de intereses. Se trata aquí, a juicio de Paul Krugman (Greece Did OK, The New York Times Times, Feb. 22), de un triunfo político de Syriza que consolida su estatura pública y poder de interlocución en el espacio europeo. Por otra parte, Grecia se ha comprometido a abstenerse de medidas unilaterales y controles de precios que impacten negativamente metas fiscales y estabilidad financiera. Y reforma laboral -en un país que prolonga los desastres del paternalismo en esta área que alguna vez destruyó la economía uruguaya- junto con privatizaciones, se constituyen en norte nacional.
El ministro de Finanzas, Yanis Varoufakis, ha demostrado que, además de economista sólido y pertinaz, es buen político. El nuevo Primer Ministro muestra aún márgenes de favorabilidad sobre el 70 por ciento. El reto será tratar con los sectores extremistas de su propio movimiento y cierto ingrediente socio-político izquierdista heleno que no oye razones y se encuentra detrás, hace décadas, de oposición férrea al desmonte de un Estado enmohecido.
Porque de ello se tratan los compromisos de reforma asumidos por el nuevo gobierno. Quienes han leído a Varoufakis saben para dónde va. En su penúltimo libro Modern Political Economics: Making Sense of the Post-Modern 2088 World (Routledge, 2011) argumenta que los deberes de solidaridad y justicia social no pueden convertirse en ningún caso en pretextos del Estado ineficiente. Doctor de la Universidad de Essex e investigador en la de Cambridge, Varoufakis ha escrito también in extenso sobre la ínfima adecuación griega a los parámetros de eficiencia estatal que hacen parte de la fibra misma de la Unión Europea.
Dentro de un cuerpo político de control a la corrupción, Grecia (con Italia) es la excepción a una regla social y política que se ha impuesto sólidamente en el entorno europeo. Por fin, los griegos, por vía de Syriza, empiezan a entender que la lucha anti-corrupción no es tema retórico, de discursos floridos, sino emprendimiento público y privado principal, dotado de herramientas técnicas y científicas que dan resultado.
Hora de que en Colombia se mire en esta área al viejo y nuevo Olimpo.