El oscurantismo, la maldad e ignorancia perviven”
A PROPÓSITO DEL FALLO
Epigenética, raíz de homosexualidad
Sin que nadie en Colombia hubiera advertido el hecho -salvo el autor de esta columna-, dentro del supuesto país vanguardista, con sus antenas sintonizadas cada segundo a los cambios que se dan en la esfera global, aparecieron hace tres años los resultados de una investigación que parece dar las claves del fenómeno de la homosexualidad. De inmediato se dio comienzo a estudios que ponderan el impacto social, económico y legal del hecho. También, un impresionante despliegue mediático, carátula de Time incluida.
Se trata del estudio de los profesores e investigadores William Rice, Universidad de California-Santa Barbara, Sergey Gavrilets, Universidad de Tennessee-Nashville, y Urban Freiberg, Universidad de Uppsala, publicado en una de las revistas académicas de mayor prestigio internacional, The Quarterly Review of Biology (“Homosexuality as a Consequence of Epigenetically Canalized Sexual Development” 87.4, 2012).
En este análisis se concluye que la homosexualidad es epigenética, no genética. Los rótulos epigenéticos instruyen a los genes si se activan o permanecen desactivados. La epigenética se evidencia, como viene comprobándose, en casi todas las dimensiones del cuerpo humano. Los tres investigadores integraron una teoría de regulación molecular y expresión genética que produce un modelo matemático y biológico que delinea el rol de la epigenética, específicamente en el área de la homosexualidad.
Las epimarcas constituyen una capa adicional de información adherida a la parte epidérmica de los genes que regula su expresión concreta externa. Mientras los genes guardan estrictamente las instrucciones -como quien guarda un catálogo cerrado en su bolsillo, según me enseñó un importante biólogo holandés-, son las epimarcas los factores que orientan en que forma serán ejecutadas. Esto es, cuándo, dónde y cómo se expresará el gen durante su desarrollo. Las epimarcas son creadas cada generación, pero algunas veces pasan de una a otra.
Las epimarcas relativas al sexo se producen bien temprano en el desarrollo fetal. Ellas regulan la expresión final de la testosterona. Así, impiden que fetos femeninos se masculinicen en su desarrollo o, a su turno, masculinos se feminicen. Las epimarcas determinan la identidad sexual y, finalmente, la preferencia sexual. Sin embargo, cuando ellas se transmiten de una generación a otra, es decir, de padres a hijas y de madres a hijos, se producen efectos inversos.
Como resultado, la orientación sexual de un hombre hacia otros hombres o de una mujer hacia otras mujeres -hecho inherente a su mismo nacimiento- ha sido recibida en hombres homosexuales de sus madres, y en mujeres de sus padres.
El modelo biológico-matemático demostró ya que los códigos epigenéticos exhiben asombrosa regularidad en estudios transversales adelantados. No se trata de marcas producto del azar que varíen de un segmento social a otro. Se encuentran en toda la población humana. En otros estudios se repite -una y otra vez- que el porcentaje de quienes llevan esta marca epigenética particular fluctúa entre un 10 y 12 por ciento del total poblacional.
El estudio de Gavrilets y sus coinvestigadores es de una complejidad absoluta. Los legos debemos trasegarlo con tutoría especializada. Pero sus conclusiones son inobjetables.
Hace 13 años me atreví a publicar en El Tiempo, por sugerencia del expresidente López Michelsen, un artículo en el cual respaldé la posibilidad de una ley que amparara la unión de parejas del mismo sexo. Era un riesgo en un país donde el ministro de Justicia (Rómulo González) sostenía que un debate de esta naturaleza “le producía ganas de salir corriendo”. Conservatismo de caverna y maldad.
Hoy tenemos por fortuna adopción para estas parejas. No obstante, el oscurantismo, ignorancia y maldad siguen en cabeza de ciertos funcionarios y funcionarias que pisotean la ciencia que aquí he reseñado.
Y la fe de Francisco, el Papa que dicen representar.