Presidente Suárez. ¡perdónalos!
Ciertos auto-declarados expertos autóctonos en derecho internacional y relaciones internacionales resolvieron dictaminar que la Comisión Asesora de Relaciones Exteriores -CARE- no sirve para nada. Es culpable de la errónea estrategia adoptada y seguida por Colombia en su defensa ante el procedimiento instituido por Nicaragua contra Colombia en la CIJ. Aquí bien cabría decir: ¡perdónalos don Marco Fidel Suárez porque en su estulticia e irredimible ignorancia no saben lo que dicen!
Repasemos datos de la historia. Instituida por el presidente conservador Carlos E. Restrepo en 1913, atendiendo recomendaciones del primer y más grande internacionalista que ha tenido Colombia, el conservador Marco Fidel Suárez, el objetivo que se le fijó fue servir de órgano asesor del ejecutivo en temas atinentes a relaciones internacionales y derecho internacional. Asesorar significa aconsejar e ilustrar, no decidir ni implementar. Estas funciones no implican ni exigen consenso temático entre quienes las emiten.
Así, libre, informada y desprevenidamente, sin otra responsabilidad que la emanada de su propia conciencia, sus miembros forman y emiten conceptos. Los únicos que sí responden por sus dichos son el Presidente de la República y el Ministro de Relaciones Exteriores, ellos sí formuladores e implementadores de política internacional.
Al llegar a su centenario es útil recordar que la primera tarea asignada a la CARE por el presidente Restrepo y su canciller (conservador también) Francisco José Urrutia fue construir recomendaciones y proyectos de tratado con EE.UU. que garantizan a perpetuidad los derechos de libre tránsito de Colombia por el canal de Panamá. Y en esta efemérides centenaria hay que recordar a muchos que no quieren conocer historia, que la CARE se constituyó en medio de la acritud de los enfrentamientos partidarios en refugio último del diálogo (no necesariamente del acuerdo aunque muchas veces lo estimuló).
La CARE permitió que en su seno se sentaran conservadores y liberales durante la administración Olaya (1930-34) para proyectar salidas al conflicto colombo-peruano. Y en uno de los gobiernos más marcados por el antagonismo bipartidista, durante el interinato de Urdaneta Arbeláez (1951-1953) un liberal, Carlos Arango Vélez, fue designado miembro independiente de la CARE donde habitó ese resquicio último de diálogo nacional en aras de la política externa.
Y debo hacer una referencia personal. He venido colaborando con el mayor entusiasmo académico y nacionalista en el equipo que prepara medidas y respuestas de Colombia en esta instancia de la disputa que Nicaragua le ha creado a nuestro país. Voté por el presidente Santos y estoy listo a renovarle el mandato con mi modesto voto. Su obra tiene dimensiones históricas tanto por los desafíos como por los logros paulatinamente cimentados. Pero mi apoyo es deliberante, como entendía estos soportes mi jefe Álvaro Gómez.
Por lo que debo decir que al recomponer la pasada semana la CARE se golpeó inmerecidamente al conservatismo al ser nombrado Camilo Reyes, amable representante de pensamientos institucionales, remplazo de Noemí Sanín Posada. A los ignorantes hay que recordarles que el puesto que dejó la excancillera fue bautizado coloquialmente “silla conservadora” por el expresidente Misael Pastrana al ser uno de los dos lugares donde conservadores independientes son designados por el Primer Mandatario, según la Constitución. Por allí han pasado con Sanín entre otros, Álvaro Gómez, Rafael Nieto Navia, Gabriel Melo Guevara, Luis González Barros y Germán Cavelier.
La CARE, creación de gobiernos y hombres conservadores, es fundamental. Si tiene sentido de inclusión nacional. Ante la reticencia del expresidente Andrés Pastrana a volver a ella, el sentido político aconsejaba la urgencia de mantener la presencia del conservatismo. Se hizo lo contrario. Ojalá no sea este el preludio de sacarnos, portazo en la espalda incluido, a los conservadores independientes de las instituciones históricas del país.