La ley: el escalón siguiente
Los Objetivos de Desarrollo del Milenio, la iniciativa propuesta por el secretario general de la ONU, Kofi Annan, hace más de trece años, viene siendo evaluada por un panel de alto nivel presidido por el primer ministro británico, David Cameron, la presidenta de Liberia, Ellen Johnson Sirleaf, y el presidente de Indonesia, Susilo Bambang Yudhoyono. La agenda de cumplimiento de los objetivos expira en diciembre de 2015 y para el año entrante la Asamblea General deberá recomendar una nueva agenda. John W. McArthur, Senior Fellow del Fung Global Institute y Brookings Institution y director ejecutivo del proyecto entre 2002 y 2006 dice en un reciente ensayo “Own the Goals” (Foreign Affairs, March/April 2013) que los ODM no son una teoría monolítica que siga una trayectoria única. Al fin y al cabo se trata de retos a cumplir que fueron establecidos por una mayoría absoluta de países.
Antes de la existencia de los ODM no existió nunca un marco común para promover el desarrollo global. Después del fin de la guerra fría, buen número de países ricos cortaron dramáticamente o mantuvieron en el mismo nivel sus presupuestos de ayuda externa. Dinamarca fue el único que lo incrementó sustancialmente. El caso de EE.UU. es aterrador pues de niveles históricamente bajos se llegó al 0.05 por ciento del PIB. (McArthur en su ensayo resuelve ser amable con su país al escribir 0.09 cuando todas las estadísticas no oficiales lo sitúan por debajo de 0.05). Mientras tanto, a lo largo de la década de los 90, el Banco Mundial y el FMI abanderaron recortes en programas públicos antipobreza tanto en países desarrollados como en desarrollo.
Los resultados se hicieron sentir de inmediato: aumento en todos los índices de pobreza. Y el subproducto político empezó a golpear líderes en las urnas. Así, en 2002 en Monterrey, un grupo de jefes de Estado optó por marcharle a la propuesta de Annan. Se fijó un 0.7 de PIB de países desarrollados como objetivo de ayuda a los en desarrollo.
El resultado, once años después, no puede ser mejor. La comunidad internacional -y aquí cabe incluir sociedad civil a través del segmento saludable del mundo de las ONG- ha cumplido los objetivos OMD al eliminar la pobreza extrema en la mitad. La porción estimada de población que vive en el mundo en desarrollo con menos de 1.25 dólares diarios (medida técnica de pobreza extrema dentro del esquema de ODM) ha caído de 43 por ciento en 1990 a 21 por ciento en 2010. Se calcula extraoficialmente (Oxfam) que en 2013 se sitúa en el 19 por ciento. Claro, hay sesgos que favorecen a China y otros países asiáticos por el desarrollo de programas concebidos antes de la puesta en marcha de los OMD.
Lo importante es que se han hecho literales conquistas en el campo de la salud y la educación. El SIDA ha dejado de ser una epidemia extendida en muchos sitios y el analfabetismo se erradica cada minuto que pasa.
Se trata ahora de establecer los objetivos de nueva generación, aquellos que empujarán los esfuerzos en los próximos 10 - 15 años y tocan también a países que han subido en la escala del desarrollo. Aquí ingresa por la puerta grande de desafíos el gobierno de la ley. Ello es, sistemas jurídicos fuertes y confiables que estimulen y secunden el desarrollo. Colombia padece un obstáculo muy serio. Nuestra canciller Holguín hace parte del panel de alto nivel y su presencia inteligente con certeza permitirá que la justicia sea parte de los nuevos objetivos que se adopten.