El regreso a Sefarad
Una de las noticias históricas de más trascendencia de los últimos días la ha dado el ministro de Relaciones Exteriores de España, don José Manuel García Margallo, al anunciar que su gobierno votará positivamente una reforma al código civil, que ya se encuentra en sus últimos debates en las Cortes, por la cual se le devuelve la ciudadanía española a toda la diáspora Sefaradí dispersa por el mundo.
¡Quien lo creyera! Luego de 612 años de que los judíos fueran expulsados de España por los Reyes Católicos, se le hace justicia ahora a sus descendientes devolviéndoles una nacionalidad que siempre fue la de sus ancestros. Y que en un acto de intolerancia les fue arrebatada por los Reyes, el mismo año en que reconquistaban Granada y se daba inicio a la gran aventura de Colon.
La decisión será ante todo un acto de reivindicación histórica. La expulsión de los judíos de España, lo mismo que la creación de la Inquisición, han sido probablemente las dos decisiones más cuestionadas de los Reyes Católicos.
La determinación de expulsar a los judíos se le atribuye usualmente a Isabel. Sin embargo, historiadores serios como Manuel Fernández Álvarez, cita documentos que señalan como inspirador intelectual de esta decisión más a Fernando que Isabel. Quizás por aquello de que “monta tanto, tanto monta Isabel como Fernando”.
En una entrevista que sostuvieron la Reina y el rabí mayor Isaac ben Judah Abrabanel (tomada por Álvarez del libro del gran historiador B. Netanyahu, padre del actual primer ministro de Israel) cuando Abrabanel, ante la conversión al cristianismo de Abraham Seneor, fue a pedirle a la Reina que anulara el decreto de expulsión, se habría desarrollado el siguiente diálogo:
-“¿Creéis que esto proviene de mí?. Dijo la reina.
Y añadió,
-Es el señor el que ha puesto este pensamiento (el de la expulsión) en el corazón del Rey”.
El decreto de expulsión daba la opción a los judíos de convertirse al cristianismo o de abandonar España. La mayoría, con lágrimas optaron por lo segundo. Y partieron. Parece que fueron entre 150.000 y 200.000 que se radicaron en el norte de África, el Mediterráneo, el Medio Oriente, Rusia, Portugal y el Norte de Europa.
Se calcula que hoy los descendientes de aquella primera diáspora son 500.000 en el Mundo y unos 150.000 en Israel. Han guardado su memoria nostálgica en la tierra de sus mayores (Sefarad); algunos recuerdan y practican aún la lengua de sus antepasados (un español vetusto, el ladino).
A América llegaron también sefaradíes a través de la línea portuguesa. Adelaida Sourdís Nájera nos ha dejado en un bello libro (“El registro oculto, los sefaradíes del Caribe en la formación de la nación colombiana 1813-1886”), la historia de aquellas familias Sefarditas (como los Cortissoz, los Pereira, los Álvarez- Correa, los Henríquez, los Senior, los Juliao, los Sourdís y tantos otros) que le han dado lustre a nuestra historia.
Probablemente pocos regresarán a Sefarad cuando reciban su pasaporte español. Pero estarán complacidos.
La rectificación histórica de una equivocación histórica monumental, cometida por los Reyes Católicos (apenas comparable a la revocatoria del edicto de Nantes por Luis XIV en Francia) se habrá satisfecho.