Juan Camilo Restrepo | El Nuevo Siglo
Domingo, 11 de Octubre de 2015

“Debe ser también sin nubarrones financieros”

INVERSIONES INDISPENSABLES

Día sin ocaso; posconflicto sin dinero.

Las  noticias que el país recibió en torno de la justicia transicional que se aplicará durante el posconflicto han hecho renovar las esperanzas de que efectivamente tendremos  paz el año entrante. O para utilizar la bella metáfora del Papa: que se aproxima un día sin ocaso.

Aunque quedan naturalmente algunas facetas de la  filigrana jurídica por aclarar (lo que se hará al divulgar el acuerdo  que está en mora de publicarse), es evidente que el haber llegado a unos acuerdos básicos sobre  justicia  transicional es un paso trascendental que hay que recibir con entusiasmo.

Este clima de optimismo y  que en  el horizonte se vislumbre ya una fecha precisa (23 de marzo del 2016) para concluir las negociaciones de paz, hace ahora especialmente urgente  concretar otro tema especialmente importante: la financiación del posconflicto.

Se ha dicho que el posconflicto es costoso, y es cierto. Pero  mucho menos que la guerra. Si se firma  la paz  el año entrante significará que desde ese mismo momento habrá que empezar a financiar el posconflicto (un periodo de tiempo que fluctúa entre ocho y diez años), al cabo del cual la paz se estabilizará. Pero es necesario comenzar a hacerlo desde el 2016. El primer año es clave.

El posconflicto que no es otra cosa que una serie de inversiones públicas, de cambios institucionales, y de modificaciones en la misma mentalidad ciudadana, que deben permitir que al cabo de dicho proceso se cicatricen las heridas que necesariamente deja una guerra de sesenta años. Y podamos consolidar  una sociedad más progresista y equitativa que la que recibió la  trágica marca de hierro de la guerra.

Preocupa en consecuencia que los aprestamientos financieros para atender  el posconflicto aún no comienzan. O se ven muy incipientes por el momento. Cuando  estamos a menos de un semestre de comenzar dicho posconflicto. La política fiscal del país no se ha puesto a tono con los requerimientos del posconflicto.

Estudios recientes, por ejemplo de la “misión rural” en asocio con Fedesarrollo, muestran que en los años venideros habría  que invertir en desarrollo rural (en bienes públicos de los acordados en el punto uno de La Habana) no menos de un punto incremental del PIB por año para cumplir con el  calendario de inversiones indispensables  para  aclimatar la paz. Esto significa no menos de ocho billones de pesos adicionales  por año. No son cábalas: son cifras concretas.

Y lo cierto es que miradas las cosas por el prisma del presupuesto general de la Nación para la vigencia del año entrante no se ha apropiado un  centavo para este propósito trascendental. Por el contrario, ha habido recortes severos en inversiones cruciales del posconflicto. Algo se viene haciendo por el lado de la cooperación internacional es cierto. Pero en el frente doméstico no se ha hecho casi nada hasta la fecha. Y esto es muy preocupante. Pues  si alcanzamos la paz, luego de tantas dificultades, sería lastimoso que le quedáramos mal al posconflicto.

En un libro que acaba de publicar el profesor Mauricio Plazas (Hacienda Pública y posconflicto en Colombia, editorial Temis) se muestra  la inquietante situación -no revelada aún  a plenitud- de las finanzas públicas y los alarmantes déficit por cubrir en materia de posconflicto.

No solamente la paz debe ser un día sin ocaso. Debe ser también un día sin nubarrones financieros que comprometan la viabilidad del posconflicto.