MEDIDAS TRIBUTARIAS
El peligroso arte de postergar
Anif acuñó recientemente una frase por la cual ya recibió el regaño correspondiente, pero que no carece de razón: dijo que el Ministerio de Hacienda se está especializando en el peligroso arte de postergar las medidas tributarias de fondo.
La mejor prueba de ello la vimos cuando recientemente el Ministro de Salud, agobiado seguramente por la crisis fiscal de su sector y teniendo que asumir un papel que no es el suyo, se vio en la necesidad de dirigirse a la comisión de expertos tributarios solicitándoles que estudien un impuesto a las bebidas azucaradas y otras medidas que podrían generar importantes ingresos para el maltrecho sector de la salud. ¿Qué tal que por falta de coordinación otros ministros comenzaran a disparar reformas tributarias cada uno por su lado?
La comisión de expertos tributarios no puede convertirse en un biombo detrás del cual se oculte la mala coordinación gubernamental. Ante la propuesta del Ministro de Salud, el de Hacienda le dijo a su colega que no opinaba y que mejor enviara sus propuestas a la comisión de sabios tributarios. Extraña respuesta. O bien la propuesta del Ministro de Salud era juiciosa en cuyo caso es responsabilidad del Gobierno darle la debida consideración para evitar que se profundice la crisis de la salud. O bien es necia y entonces debería descartarla. Pero no escudarse en la comisión para dilatar una decisión al respecto.
Los analistas coinciden en que los faltantes del sector salud son inmensos: del orden de un punto del PIB, es decir, algo así como 8 billones de pesos. Para lo cual no hay financiamiento. De ahí que el ministro Gaviria se viera obligado a proponer fórmulas fiscales.
Tal como lo revela el presupuesto para la vigencia fiscal de 2016 el déficit fiscal sigue siendo gigantesco. Hasta el punto que obligó al Gobierno a realizar recortes despiadados en el rubro de inversión para el año entrante. Golpeando los objetivos de inversión que se habían incluido en la ley del Plan de Desarrollo sancionada hace menos de un mes.
¿Cómo se explica que en menos de un mes (que fue el tiempo que transcurrió entre la aprobación del plan cuatrienal y la presentación del presupuesto para la vigencia 2016) se hubiera dado un giro de 180 grados, y los responsables de la programación presupuestal cayeran en la cuenta de que a la inversión del plan había que recortarla? Infinidad de programas que se anunciaron a los cuatro vientos quedarán en eso: en anuncios.
La opacidad en las cifras fiscales sigue marcando el paso. Por ejemplo, Fernando Zarama Vásquez y Camilo Zarama Martínez en un libro que acaban de publicar (editorial Legis, 2015) demuestran cómo las reformas tributarias del 2012 y del 2014 (además de los defectos técnicos de que están plagadas y del costoso error en que incurrieron al elevar las tarifas de las empresas a niveles exorbitantes) han generado menos recaudos que si no se hubiera hecho nada.
Ahora vienen las conclusiones de la comisión de expertos. Todo indica que este año solo se acogerán sus recomendaciones en lo atinente a las entidades sin ánimo de lucro. Lo que está bien, pero ciertamente está lejos de constituir una verdadera reforma estructural. Dicha reforma sería presentada -si acaso- en el 2016 para que entre en vigencia a partir del 2017. Solo que para ese entonces ya será tardía.
Mientras tanto al Gobierno se le está acabando el tiempo político para tramitar una reforma de envergadura. Por el momento sigue -con una curiosa táctica homeopática- practicando el peligroso arte de postergar las medidas fiscales de fondo.