Reflexiones post comicios
Y pasó la segunda vuelta presidencial… ¿Sin sorpresas? No, con muchas.
En primer lugar, la ventaja rotunda del presidente Santos:casi 900.000. Nadie lo esperaba, comenzando por los encuestadores que -aun los que le otorgaban ventaja a la reelección- nunca pronosticaron una mayoría tan abultada.
Otra sorpresa: el discurso democrático y de altura de Óscar Iván Zuluaga, aceptando la derrota; y el destemplado y fuera de tono del expresidente Uribe que tan mal cayó en todo el país. Si ésa es la postura que va a utilizar como senador, le va a ir muy mal.
El Presidente reelecto llega con un mandato fresco y contundente. Lo que es buena cosa. Pero llega también cargado de hipotecas, sobre todo con la clase politiquera que en el último de su primer mandato, tanto halagó. Y que tan útil le fue para repuntar en la segunda vuelta. El país espera transparencia en la gobernabilidad que se construya. Por ejemplo, el presidente Santos debería rechazar ahora, de una vez por todas y rotundamente, el otorgamiento de “cupos indicativos del presupuesto” (figura que riñe con el espíritu de las normas que rigen la presupuestación en Colombia) y que de continuarse, le imprimirá opacidad a la nueva gobernabilidad del país.
En nuevo gobierno queda marcado por la impronta incuestionable del mandato por la paz. Pero ahora los retos que comienzan son inmensos: en primer lugar, tratar que la base política que respalde la negociación sea lo más amplia posible. Por ejemplo, intentar que el Centro Democrático acompañe sus esfuerzos por la paz. Probablemente ello será imposible. Pero no deben ahorrarse esfuerzos de ecuanimidad política de parte del Primer Mandatario en este propósito.
Ya quedó atrás la paz como eslogan, la paz de la propaganda y de las cancioncillas que tanto se vio en la recta final de los comicios. Ahora comienza lo más duro: seguir explicándoles con benedictina paciencia a los colombianos que en las negociaciones de La Habana no hay cartas marcadas, ni impunidad.
Si durante el primer año del nuevo gobierno que comenzará el 7 de agosto del 2014 se firma la paz, como deberíamos esperar (con entrega de armas y con el Eln a bordo, y no solo con las Farc), en el segundo año vendrá el proceso de ratificación ciudadana de los acuerdos de paz al que se ha comprometido el Gobierno. Este será un reto político monumental para el gobierno Santos. El uribismo, que ahora se retira resentido a lamerse las heridas que recibió el domingo pasado, volverá con toda la furia política a tratar de entorpecer los acuerdos de paz, pidiendo que no se ratifiquen. Alegando que se está pactando impunidad. Tratando de despertar los sentimientos más primitivos entre la ciudadanía. Pero lo hará. No me cabe duda. Hará lo posible y lo imposible para hacer fracasar el proceso de ratificación de los acuerdos de paz. Uribe verá allí la gran ocasión para reivindicarse políticamente del fracaso que obtuvo en los últimos comicios. El Gobierno que comienza el próximo 7 de agosto debe irse preparando desde ahora a ese que será el próximo gran desafío electoral del país. Y que tendrá lugar en algún momento del 2015.
Lo único que no puede permitirse el presidente Santos es que le vaya a suceder lo del presidente Wilson al terminar la I Guerra Mundial, cuando logró la paz en la Conferencia de Versalles con sus famosos catorce puntos y la creación de la Liga de las Naciones; pero luego, las fuerzas reaccionarias del Congreso norteamericano, hicieron malograr sus altruistas empeños de paz.