JUAN CAMILO RESTREPO | El Nuevo Siglo
Domingo, 15 de Junio de 2014

El Papa y la elección colombiana

 

Durante   la reunión que presidió en los jardines vaticanos en el encuentro convocada por él entre líderes palestinos y judíos, el Papa Francisco pronunció una frase que cae como anillo al dedo para lo que se juega en Colombia en las elecciones presidenciales:

“Se necesita coraje, mucho más coraje, para hacer la paz que para hacer la guerra”, dijo. Ni más ni menos, ese es  el predicamento que enfrenta Colombia en esta segunda vuelta presidencial.

Intentar construir pacientemente la paz, como lo ha venido haciendo el presidente Santos, requiere más, mucho más coraje, que proponerle simplistamente al país una guerra sin futuro y sin fin, como -en el fondo- es lo que ha venido planteando el candidato Zuluaga. Construir  pacientemente la paz requiere más coraje pues  implica entender, en primer lugar, que la  negociación exitosa no se logra negociando solos, sino que hay que hacerlo con el enemigo. Que en este caso son las Farc, como se ha venido haciendo en La Habana.

En segundo lugar hay que tener paciencia infinita -que en el fondo es una expresión del coraje- pues los altisonantes planteamientos de las Farc a veces  dan la falsa impresión a los colombianos de que todo lo que ellas vociferan en sus habituales ruedas de prensa es lo que se está acordando en Cuba. Cuando no es así. Allí se ha llegado a acuerdos sobre los primeros tres temas de la agenda -pacientemente construidos durante año y medio de negociaciones- que de ninguna manera comprometen el Estado de derecho, ni la legalidad; pero que tampoco corresponden al torrente de ofuscadas consignas que “Urbe et Orbi” diariamente le lanzan las Farc a la opinión pública en la desaforada carrera  mediática en la que andan  hace año y medio desde La Habana.

Construir la paz negociada requiere también mucho más coraje que la llamada “paz con condiciones”, que plantea el candidato Zuluaga. Que en el fondo no es otra cosa que un irresponsable salto al vacío, pues se trata de condiciones unilaterales que en el evento de no ser aceptadas por la contraparte harían volar en mil pedazos el proceso de paz.

El Gobierno Santos puso sus condiciones cuando había que plantearlas: al comienzo. Dijo, por ejemplo, que no se iba a negociar el modelo económico; que nada de lo negociado se entendería acordado hasta que todo lo estuviera; que no se negociaría una Asamblea Constituyente; que al final del proceso debería haber entrega de armas por parte de la insurgencia; que no habría un cese el fuego por parte del Gobierno durante las negociaciones  y que por lo tanto no  se suspendería  la presión de la acción militar; que se reconocería a las víctimas: cosa que  se ha  logrado, es decir,  que las Farc acepten su condición de victimarios que hasta ahora no habían reconocido. Lo que tiene una trascendencia innegable.

Todo eso requiere mucho  coraje, mucho más coraje para utilizar las palabras del Papa, que simplemente salir ahora a decir con ligereza -como lo viene haciendo el candidato Zuluaga- que le impondría condicionamientos unilaterales a las Farc, en mitad del camino. La lógica de este raciocinio conduce a  que si no se las aceptan haría volar en mil pedazos el proceso de paz, así muera Sansón con sus filisteos. Sorprendente declaración ésta de un candidato a la Presidencia de la República de quien, tratándose de algo tan serio como la paz para Colombia, deberá hacer gala de mayor sindéresis.