Reforma tributaria a la vista
Hace poco se anunció, con cierto triunfalismo, que los recaudos fiscales iban extremadamente bien. Se dijo que el recaudo tributario durante los primeros dos meses de este año había excedido en un 18,4% las cifras del mismo bimestre del 2013.
Pero los analistas serios del tema (ver, por ejemplo, el artículo “Necesidad de cambios tributarios” del exdirector de la DIAN, Gustavo Cote Peña, Portafolio, lunes 21 de abril) ponen en duda estas cifras. No porque no sean ciertas, sino porque aparentemente comparan cifras brutas de recaudos, sin descontar las sumas que la DIAN debe devolver a los contribuyentes, que son inmensas después de la reforma tributaria del 2012. La reforma tributaria del 2012, además, como lo han ilustrado todos los estudios técnicos serios que se han hecho recientemente (por ejemplo, un estudio reciente de Mario Aranguren, también exdirector de Impuestos) ha ilustrado contundentemente cómo la última reforma resultó tremendamente regresiva: puso a pagar menos a los más ricos, y más a los más pobres. Esta malformación deberá enmendarse también en la próxima reforma
Falta también por contabilizar cuánto va a ser el recaudo del CREE y del impuesto ordinario de la renta, sobre lo cual hay voces de mucho escepticismo. Las cifras definitivas sólo se conocerán en el segundo semestre del 2014.
Del lado de los ingresos tributarios existen señales de inquietud. El impuesto al patrimonio expira. ¿Va a renovarse? Ya algunos candidatos han dicho que lo van a dejar permanente. El criticado impuesto a las transacciones financieras -que se iba a comenzar a desmontar- se prorrogó durante este año para proveer recursos adicionales para la agricultura durante el 2014. ¿Pero, qué va a pasar a partir del 2015? ¿Se reiniciará su ruta hacia el desmonte gradual? ¿O se mantiene para otros propósitos, o para la misma agricultura a la cual sólo se le proveyó este balón de oxígeno por un año?
Algunos partidos políticos -como el liberal- prometieron durante la campaña de parlamentarias que presentarían un proyecto de ley a partir del 20 de julio para bajar el costo de los combustibles. Si esto se convierte en ley de la República tendría un costo fiscal gigantesco. Recuérdese de otra parte que la reforma a la salud sigue empantanada, y si se desembrolla, necesariamente acarreará costos fiscales importantes.
Si se firma la paz en 2014 no hay un solo centavo previsto -tal como lo reconoció el último Marco Fiscal de Mediano Plazo que se presentó- para empezar a financiar el posconflicto en Colombia.
A partir de este año comenzó a regir la reforma constitucional que prevé el principio de la sostenibilidad fiscal y los porcentajes máximos de déficit en que se puede incurrir. Es decir, el margen para financiar gasto público a base de más endeudamiento empieza a estar severamente restringido en el país. Dicho de otra manera: todo nuevo gasto público que se asuma a partir del presupuesto del 2015 tendrá que financiarse con más impuestos: no con más endeudamiento público.
Todo lo anterior muestra que tenemos inexorablemente que irnos preparando para una nueva reforma tributaria a partir del 2015. Y para que ello sea así se requiere que dicha reforma sea discutida y aprobada en el segundo semestre de 2014. Por el momento -por estar en plena campaña- al asunto no se le ha hecho mayor bulla. Pero sin duda, a partir del 20 de julio de 2014, cuando se inaugure la nueva legislatura, este será uno de sus platos fuertes.
Mejor, pues, irnos haciendo a la idea y estar preparados. Para que ojalá no sea una reforma improvisada, sino estructural y seria.