LA OTRA CARA
Detrás de ETB
LA propuesta de venta de la Empresa de Teléfonos de Bogotá, (ETB), presentada en Plan de Desarrollo del alcalde Enrique Peñalosa, abrió un debate circunscrito al Concejo de la capital y algunos sectores del Congreso de la República, al argumentar ambos, que la empresa es patrimonio de la ciudad.
La oposición a la venta no ha trascendido en medios empresariales, ni en la ciudadanía en general, donde el concepto sobre la empresa está marcado por la puja política que siempre se le ha atravesado en sus intentos por convertirse en gran empresa competitiva.
Con 132 años de fundada es hace no menos de 60, el banderín de la carrera de relevos políticos, en la que han alternado todos los partidos y líderes de barrio buscando prebendas.
Ha tenido etapas buenas, aceptables y malas, para despegar con verdadero aire empresarial. El impulso ha chocado desde su origen con personajes locales, que hasta hace pocos años, buscaban votos para ir al Concejo, a cambio de instalar líneas residenciales y teléfonos públicos en barrios y sitios comerciales.
La sombra grande que rondó sobre ETB fue el haberse convertido en bandeja politiquera. No se desconoce que ha sido emblema capitalino con el aporte en su planta laboral de ingenieros y técnicos que irrumpieron con acierto, al despertar la actual tecnología en comunicación.
ETB ha extendido servicios a 2 millones de personas en Cundinamarca y la ciudad de Villavicencio. La modalidad no se aprovechó en su momento para crear soporte financiero y operacional para cubrir gran parte del país. Pudo haber competido con -Telecom-.
Tampoco pasa inadvertida la responsabilidad social para atender trabajadores y pensionados, componentes de una estela de más de cuatro generaciones de familias dependientes, que han mantenido con tesón, dos colegios en Bogotá.
Están prendidas luces en la banca de inversión, que sopesa negocios en oferta, proyecciones de rentabilidad y posibilidades para una futura competencia dentro de pocos años. Tres trasnacionales y un grupo colombiano, la siguen las huellas, según fuente de entera credibilidad a esta columna.
La confrontación es clara entre la vieja política partidista que hoy la defiende, y otra, la realidad de una empresa obligada a ubicarse en el siglo XXI, y no en el pasado.
Si hay comprador solvente y limpio, que sea bien recibido. Mejor si es inversionista colombiano, para que ETB preserve sello bogotano.
El parroquialismo opositor a la venta golpearía los propósitos para financiar educación, salud y obras viales urgentes.