El escondrijo
Ahora que el país centra sus principales objetivos para lograr la paz, afianzar posconflicto, y consolidar sin mucha espera, verdaderos programas sociales para el campo y la ciudad, hay que pasar de las ideas a la práctica. Gobierno, Congreso, empresa privada y organismos sociales nacionales y extranjeros, coinciden en que el proceso requiere inversiones de gran alcance para desarrollar y hacer justa compensación a víctimas del conflicto. En la ciudadanía hay quienes consideran que parte de esos recursos están en Colombia. Las herramientas para encontrarlos, las tiene el Ministerio de Hacienda, junto con el equipo económico de Gobierno, sin recurrir a imponer tributación masiva.
En honor a la verdad es válido solicitarle al ciudadano -mano al dril-, porque es el momento en que el país se prepara para iniciar el capítulo más importante de su historia, para sepultar violencia armada y acción criminal de todas las corrientes delincuenciales.
La tributación, así como es justa, también tiene que ponerse en balanza real, para no tocar a quien vive de un salario, en muchos casos, por debajo del mínimo o de una pensión que nunca se reajusta, ni siquiera en proximidad al incremento anual del salario del trabajador corriente. En contraste, durante décadas han pasado de agache, fundaciones sociales, educativas y empresariales entre otras, conformadas en favor de protección y bienestar común, y resulta que muchas veces son puestas como fachada. Otras fundaciones fueron creadas para hacerles el quite a los impuestos o disfrazar donaciones de valor considerable, que no llegan al destino comprometido. La modalidad predomina en ciudades y poblaciones, donde saltan normas y esquivan controles delegados a las Cámaras de Comercio de cada localidad.
Es razón para hacer el gran barrido gubernamental, ante la lluvia de instituciones de garaje, dedicadas a educación, atención en salud, llamada -express- y fomento de ahorro. Hay que evitar que tomen vuelo en cualquier momento. Están en barrios y sitios céntricos. Por ahí debe comenzar el reordenamiento de la economía nacional de carne y hueso.
Desde luego, hay fundaciones de prestigio, con personas y gestión reconocida en distintas actividades, que actúan con mano, obra y cumplimiento intachables. Al igual fondos cooperativos limpios, de instituciones legales y profesionales en economía solidaria, fuertes y a la vista pública. Otra cosa es el rebusque popular, donde abunda confusión, tanto como creatividad, para engañar con el denominado -´tumbe con escondrijo- rotulado como supuesta empresa comunitaria. Y hay más en ilegalidad, ocultas o de papel. Son rincones con dinero suficiente que necesitan el erario y los desvalidos en el posconflicto.