Supertrámites
La sombra de la tramitomanía no ha desaparecido, todavía permanece agazapada en los despachos públicos, y se intercala, en listados oficiales de pasos obligados que debe cumplir el ciudadano, bajo principio de legalización y cumplimiento de leyes y más leyes.
Si usted tiene que registrar escritura pública de un bien raíz, debe tomar impulso para calcular los días que el documento gastará recorriendo la respectiva Oficina de Registro, a la que lo envían, de acuerdo con la ubicación de la propiedad respectiva. Las 6 dependencias de la Superintendencia de Notariado y Registro, en Bogotá -no dan un brinco- en razón de la demanda que crece cada vez más, con 9 o 10 millones de habitantes sin contar la población de la periferia a la capital, y su extensión territorial, superior a departamentos como Risaralda, Quindío o Caldas.
El volumen de solicitudes en esas dependencias hace más notoria la tramitomanía que ha caracterizado al país en 50 años. Eso formó empleados oficiales y drenó el presupuesto nacional. Y continúa. No se desconocen intentos para reducirla, ni tampoco, la utilización de Internet, para consultar una información o solicitar el Certificado de Tradición y Libertad de una propiedad, como se puede hacer de manera reciente, desde un computador conectado a red. Eso está bien.
El caos está en el Registro, tras el pago del impuesto de Beneficencia y el pago del Derecho para la legalización de escritura. El funcionario en ventanilla le informa al usuario que el trámite terminará en cinco días. El proceso se toma entre 12 y 15 días. Propios para perder tiempo, dinero y negocios particulares.
Cumplido el término, el ciudadano al solicitar el documento, es informado de manera lacónica y de afán, por parte del empleado en ventanilla: “Su documento está para firma y sello, hay veinte más delante del suyo. Vuelva mejor, dentro de 4 días”. Es respuesta para desbocar catarata de epítetos contra todo lo oficial, o contra el Gobierno. Si la toma relajado reirá para confirmar que vivimos en ´Locombia´.
Ahora con ´Superministerios ´, ojalá alguno inicie reforma al sistema de atención pública. Encontrarán que se puede reducir capacidad estatal, delegar funciones a particulares para atender al ciudadano y ahorrarle dinero a la Nación. De lo contrario, con los supertrámites se abre más camino la corrupción.
Pregunta aparte. ¿Si dos ministras que son pareja, trabajan cada una en un ministerio, entonces también un ministro puede tener a su esposa, de ministra en otro? Parece que se acabó la prohibición a vínculos familiares, conyugales y similares en el Estado.