LA OTRA CARA
Prioridades
El Plan de Impulso a Productividad, Empleo y Desarrollo -Pipe- 2- no puede quedar enredado, por miedo al oscuro panorama que se advierte como consecuencia de la escalada terrorista que ha sacudido distintas regiones ávidas de cambios de fondo, como está todo el país, para encontrar caminos en favor de obras y bienestar social. Tampoco puede desestimularse con teorías y esquemas financieros, que según expertos críticos del tema, no puede articularse al mismo tiempo todo el conjunto propuesto, porque afirman que hay desequilibrios financieros y carencia presupuestal para invertir. Eso se ha dicho toda la vida.
Es el trasfondo del pensamiento colombiano de hace muchos años, que esgrimen algunos, cuando Gobierno o particulares lanzan ideas de gran alcance. Por esta razón, no se tiene sistema masivo de transporte terrestre nacional, al menos con circuitos férreos en zonas planas y verdaderas autopistas que enlacen el país. Solo hay aeropuertos atrasados hace 30 años. No se desconoce que han sido talanquera para el desarrollo armónico deseado, las manos largas de la corrupción y el tejemaneje del viejo caciquismo regional, supuestamente de partidos.
Los críticos a obras de infraestructura escudan su oposición en terrorismo, carencia de recursos y componendas en licitaciones y contratos, sin duda, vieja maña para trabajar despacio, cobrar más o no hacer nada. Sin embargo, se olvida que con inteligencia y creatividad, la sociedad civil está llamada a responder, formando gran equipo humano contra violentos y corruptos.
El Plan, con o sin simpatía al actual Gobierno, al margen de tener ese origen oficial, debe verse como exigencia urgente, para que con obras de infraestructura y productividad industrial, generadores de empleo, se aumenten las fuentes de irrigación social. Esto sin olvidar que la paz la habrá, cuando quienes están del otro lado de la mesa se convenzan de que, con más asesinatos y bombas no harán nada, al contrario, tendrán respuesta natural de fuerzas del orden, en otro capítulo cruento de guerra absurda que nadie quiere más.
Entre tanto Gobierno y Congreso deben entender que el Plan tendrá equidad, si fluye inversión pública y privada, nacional y extranjera con claridad y sin más impuestos, con protección jurídica para todos, sin dejar de lado, a víctimas de eventuales fenómenos naturales.
El objetivo debe ser las prioridades que reclama el país. La sociedad civil puede demostrar con participación unida y realizaciones a la luz pública, que es otra forma de derrotar violencia y corrupción, construyendo sin odios y egoísmos. De lo contrario, Colombia seguirá soñando ilusiones.