JUAN ÁLVARO CASTELLANOS | El Nuevo Siglo
Jueves, 3 de Abril de 2014

Villarrica

 

Emergencia  por fenómeno natural brotó hace más de una semana en el costado oriental de Tolima, con epicentro en Villarrica, municipio con 1.500 habitantes y  650 viviendas amenazadas, ante la aparición de grietas y hundimientos,  en el casco urbano y en perímetros, destinados a  agricultura y ganadería, en la periferia municipal.

Expertos confirman que son preocupantes las condiciones geológicas en más de 45 por ciento de la Región Andina. Han aumentado en el último año derrumbes y agrietamientos, que fueron detectados desde finales del pasado año. La tendencia crece en varios sectores que exigen urgentes estrategias de  acción para evitar tragedias de grandes proporciones. No faltan las localidades que olvidan o desconocen la logística para enfrentar situaciones de riesgo, al igual que el manejo de la información al servicio ciudadano para eventuales desalojos residenciales y comerciales.

La emergencia en Villarrica no es para campañas de solidaridad y luego olvidarlas. El país no toma experiencia en relación con fenómenos similares ocurridos en distintos lugares. Una amenaza geológica no da espera. La oportuna advertencia de la Defensoría del Pueblo, sobre el riesgo, alertó de la necesidad de acelerar el trabajo, con un equipo técnico y diestro, para orientar a los habitantes. El sitio más sensible en el momento es el hospital local, que tendrá que desplazar, gran parte o toda, su atención a otro lugar. Lo mínimo requerido es el  hospital de campaña, con personal y atención planificada, sin crear pánico.

Hay experiencia, capacidad y conocimiento en el país, para enfrentar una contingencia de estas características. Está en duda, si habrá celeridad y responsabilidad, no por parte del Socorro Nacional, que sabe hacer su trabajo, sino de autoridades municipales  que extienden siempre, la madeja burocrática, que traba todo. Es algo que predomina  en alcaldías.      

Ministerios de  Ambiente, Vivienda, Transporte, Salud y Agricultura, están llamados a hacer red de apoyo para evitar el desplome total. Siempre se recuerda a Gramalote, en Norte de Santander; han esperado 4 años su reconstrucción, con decenas de anuncios de que  “ahora sí comienzan las obras”. Salta a la vista, el momento preelectoral, para no confundir ayuda humanitaria con votos. Lo mejor es que a Villarrica, vayan funcionarios de Gobierno,  con actividades específicas que cumplir y no los candidatos. Por higiene mental, no hay que mezclar banderas en campaña electoral, con dolor y angustia de gente buscando sobrevivir.

En Villarrica se requiere acción efectiva con cultura ciudadana organizada y dirigida por quienes saben cómo hacerlo. Eso es eficacia, más que solidaridad de palabra y promesa con lágrima, una pésima costumbre colombiana.