Rostro social
Lo bueno es mejor pensarlo con el deseo para que se haga realidad, dice la premisa de gente del común. Por eso, sin optimismo exagerado, se pueden valorar los avances en las conversaciones para terminar el conflicto armado.
Este principio es apenas razonable si se tiene en cuenta que la pacificación es el objetivo central de millones de colombianos que imaginan cómo se podrá sembrar paz que florezca, lejos de las armas terroristas y de execrables ataques contra la población en distintas regiones.
Hay que nutrir con ideas y estrategias los esfuerzos en marcha para llegar al punto total de entendimiento, al margen del respetable concepto de los escépticos, frente a un eventual acuerdo en La Habana, posición que es válida dentro de la plataforma democrática, con libre derecho de opinión.
Son esfuerzos inaplazables de Gobierno, Congreso, cortes y decenas de organizaciones sociales, entre quienes se cuentan las víctimas de todos los focos de violencia. Es una visión independiente de banderas partidistas.
Si es principal objetivo del año, es oportuno despertar interés para organizar la casa, en la que se recibirá a desmovilizados de las armas, como también a comunidades que durante años, han vivido atemorizadas y en silencio, en poblaciones de zonas sacudidas por el terrorismo.
En la medida en que se desenvuelva el diálogo con los armados y se vislumbre acuerdos sobre la agenda, debe asomar el plan de acción para lo que será apertura del verdadero capítulo para la paz.
El agro, requiere crecimiento proporcional, con el índice en alza de producción de toda la economía.
Así se avanzará por ese camino, si se consolida el Programa de Reactivación Agraria,- PRAN- que incluye financiación productiva, condonación de deudas a campesinos, y créditos prioritarios para impulsar cultivos básicos con mercado en el país y el exterior.
Tendrán que continuar planes como vivienda gratis y de interés social, no sólo en regiones golpeadas por la violencia; también en Amazonas, Putumayo, Vaupés, Guainía, Guaviare y Vichada, departamentos olvidados que figuran solo en el mapa. Nadie habla de sus habitantes.
Ningún lugar debe estar habitado en tugurios, sino con vivienda digna, como mínimo, puestos de salud y aceptables centros educativos. Lo pueden hacer Gobierno y ciudadanía, con unidad, decisión, entendimiento y sin corrupción.
Que no queden de lado, Arauca, Cauca, Caquetá, Meta y Huila, escenarios del conflicto armado, que han vivido sucesos para olvidar; ahora, deben revivir para rescatar humanidad.
Para la paz no se necesita crear instituciones oficiales mediáticas. Todas las fundaciones, asociaciones y sociedad en general, están obligadas a participar con rostro social.