Tensión en San Andrés
En San Andrés está vigente la alarma social y económica entre sus habitantes, ante las presiones de Nicaragua, un año después del fallo de la Corte Internacional de La Haya. La intimidación no es nueva, pero se ha intensificado. No hay pruebas, pero sí muchas voces que revelan presunto espionaje nicaragüense en las islas, en particular, cuando hay reuniones y concentraciones comunitarias con funcionarios del Gobierno Nacional.
Los isleños reconocen el trabajo oficial al establecer el Plan de Soberanía y Protección, aunque consideran que falta contundencia y continuidad, en cuanto a medidas especiales en salud, medicamentos, alimentos, vivienda y oportunidades laborales. El turismo, principal componente económico, es una ayuda con importantes empresas hoteleras y de servicios turísticos, pero no puede soportar toda la carga social.
Más de un centenar de pescadores artesanales están en el foco más grave. Desde embarcaciones nicaragüenses, los guardias megáfono en mano, les advierten que su faena, no puede cumplirse en zonas cercanas a las ocupadas por fuerzas de ese país. La advertencia les significa miedo, y temen que en cualquier momento las armas se accionen en su contra, bajo el presunto argumento de haber penetrado aguas de esa nación. Los sanandresanos no desconocen el acompañamiento de la Armada y la Fuerza Aérea de Colombia, y acogen la anunciada instalación de equipos de alta seguridad y vigilancia.
Las embarcaciones de Nicaragua, no cesan su acoso al amanecer. Eso les cercenó su trabajo y les rapó su único sustento. La intimidación redujo el número de pescadores, quienes durante muchos años, se han dedicado a esa faena que es su vida y su pasión. Ahora están agrupados en oficios menores y en indigencia. También ronda narcotráfico y delincuencia, como plagas agregadas a la crisis social. En temporadas propicias para la pesca, recibían entre un millón 200 mil, y millón 800 mil pesos semanales.
La ayuda ha llegado a pedazos. Sanandresanos incorporados a estudios en universidades de distintas ciudades y profesionales vinculados a empresas particulares, dan cuenta de las dificultades de numerosas familias en las islas. Eso ha provocado desplazamiento a otros lugares del país. Debe ser propósito nacional, una campaña permanente para salvar el archipiélago con Gobierno, empresa privada y fundaciones sociales, mediante planes efectivos en asistencia, capacitación y atención básica. Es una exigencia humanitaria, en lugar de hacer colombianismo con banderas y guitarras. En San Andrés viven bajo tensión y amenaza.
Se requiere protección proactiva, porque el archipiélago es centro de un drama. Los más golpeados son los pescadores sin pesca. Tan grave, como sería tener en Boyacá, campesinos sin cultivos.