Dígito callejero
Es válido que haya celebración en Gobierno y autoridades económicas porque el desempleo bajó a 9,4 por ciento, en mayo, meta de la administración central desde su inicio.
Las cifras oficiales más aproximadas establecen que 2 millones y medio de personas, han encontrado puestos nuevos de trabajo en los 3 últimos años. No se descarta que en adelante alcance a sumar 8 meses continuos con desempleo de dígito, para terminar 2013, en nivel de 8 por ciento, según los expertos en el seguimiento al renglón laboral.
Los aplausos en la escala gubernamental y en el círculo técnico de la economía aumentan, cuando comparan la tendencia saludable en Colombia, frente a la desaceleración de Europa y otros escenarios mundiales.
El panorama laboral mantiene en el país contrastes marcados. A los frenazos de la economía y la tardía reacción en las últimas décadas para reanimar producción industrial y agrícola se sumó el desplazamiento de comunidades campesinas hacia centros urbanos.
Más allá del dígito en desempleo que se acaba de registrar está latente la historia dramática, que une a por lo menos tres generaciones, desde finales de la década de los años 70.
La cruda experiencia y las escasas posibilidades de superación laboral tienen reflejo en un amplio sector de la ciudadanía que ha sobrevivido en las calles. De allí nadie los saca. Es la sociedad del aguante y sin mayores protestas.
Es una cadena con episodios que ha tenido distintos destinos y atención cero de todos los gobiernos, en medio de la desidia de distintas organizaciones sociales. Son cuadros familiares, con hijos, algunos menores de edad, que han conocido la calle ayudando a sus padres en venta de mercancías al sol y al agua, nunca bajo techo. Unos por bendición suprema superaron su situación y alcanzaron posiciones profesionales de importancia. Otros fueron absorbidos por tentáculos del delito, o repiten el capítulo de sus progenitores.
No pasa inadvertido el esfuerzo del Ministerio de Trabajo y sus programas en favor de los desempleados, los mayores de 60 años, el estímulo al primer empleo y el subsidio a desprotegidos. Una buena idea, pero carente de dinamismo para aplicarlos frente a esta urgencia social. Los expertos destacan el trabajo legalmente creado y el subempleo, con los llamados independientes en el rebusque, mediante contratos por servicios prestados, como profesionales o defendiéndose como trabajadores en oficios varios.
Detrás del desempleo está el dígito callejero. Falta el reto de Gobierno y ciudadanía, para rescatar con creatividad a grupos familiares que sobreviven en el populoso comercio al aire libre. Irónico que este fenómeno crezca, mientras han pasado más de 10 años, hablando del programa estatal ´Familias en Acción.´