La prehistoria económica
A todos los economistas nos enseñaron que en la economía existían tres factores de la producción, es decir, aquellos medios a través de los cuales se producen los bienes y servicios en la economía: la tierra, el trabajo y el capital. Incluso, para explicar la importancia de cada uno, nos enseñaron también que la tierra fue considerada durante mucho tiempo el factor más importante, fruto de lo cual fueron los planteamientos de la denominada Fisiocracia francesa. Más adelante con los clásicos y Marx se reivindicaron los otros factores como los más importantes en el proceso productivo: capital y trabajo.
Con el paso de la historia económica y el desarrollo de la humanidad empezaron a aparecer versiones más elaboradas de cada uno de los factores de producción. Hoy, por ejemplo, se habla con insistencia del desarrollo tecnológico y del capital o talento humano como dos factores fundamentales en el crecimiento moderno de las economías. Algunos autores como Juan Carlos Tedesco han llegado incluso a decir que las diferencias económicas en el inmediato futuro en los países no vendrán de nada distinto al talento humano de la gente y al conocimiento y habilidades aprendidas. Con base en este argumento lo que termina siendo clave es el acceso a oportunidades de educación que justamente distribuyan ese factor productivo.
Por eso me sorprende tanta importancia que le damos hoy a la distribución de un factor de producción que cada vez resulta menos relevante. Me refiero explícitamente a la tierra. El mejor ejemplo de lo anterior es la histeria colectiva que ha despertado el fenómeno de grandes extensiones de terreno en los Llanos Orientales para el desarrollo agroindustrial. Según quienes quieren volver a la Fisiocracia a la colombiana, es indispensable hacer uso de la Ley de las UAF de 1994 y crear una explosión de minifundios como estrategia de crecimiento del país. Se les olvida a esas personas que 100 hectáreas de terreno en el Vichada pueden costar 250 millones y es muy probable que para ponerlas a operar haya necesidad de invertirle el mismo monto (250 millones) en mejoramiento del terreno, dadas las condiciones de acidez y de capa vegetal del mismo. Lo anterior sin considerar que para que el cultivo sea exitoso se necesitan varias hectáreas simultáneamente, logrando economías de escala para el acondicionamiento de la tecnología necesaria.
Mientras somos tan amigos de distribuir un recurso que cada vez es menos importante para generar riqueza, nos importa muy poco la calidad de la educación, o las posibilidades para que esa educación de calidad llegue a todas las regiones del país o el esfuerzo necesario para que el progreso tecnológico e innovación impacte en la mayoría de nuestro sector empresarial. Nos importa mucho menos, como acabo de decir, aquellos factores de producción que son justamente los determinantes de un país desarrollado en el mundo de hoy.
De continuar así seguiremos distribuyendo pobreza y no generando riqueza, pero eso sí todos tendrán su “parcelita” para cosechar “verduritas”.