Sobre el matrimonio gay
Un gran debate se ha planteado en el país sobre la conveniencia o no de que exista el denominado “matrimonio gay”. Dicho debate se ha llevado a los medios de comunicación y en ellos me ha sorprendido la debilidad de los argumentos tanto de amigos como de contradictores de la idea. Normalmente los primeros hablan de que las personas deben ser felices y tienen derechos. Sin duda las personas homosexuales deben tener garantizados la totalidad de sus derechos constitucionales y obviamente ser felices. En cualquier caso, dicha felicidad debe privilegiar el bien común sobre el bien particular. La felicidad no es absoluta ni infinita y para cualquiera de nosotros tiene límites.
Por el otro lado, los contradictores de la idea terminan defendiéndose argumentando razones religiosas o del poder de una amplia mayoría poblacional (más del 90% de la sociedad según encuestas) que abiertamente se opone al matrimonio gay y mucho más a que éste pueda convertirse en familia por la vía de la adopción. Si bien el primer argumento es suficiente para los que profesan la confesión religiosa, no lo sería para el resto de la población y el segundo argumento no sería válido en una democracia participativa.
Las razones para oponerse al “matrimonio gay” son socialmente más poderosas. Las parejas gay por esencia no son matrimonios y menos familia porque incumplen con el primer rol de la familia en la humanidad que es perpetuar y garantizar la sostenibilidad de sociedad. A diferencia de dichas parejas, el matrimonio de un hombre y una mujer sí es capaz de lograrlo. Algunos contra-argumentan con el caso de familias que no quieren o no pueden tener hijos. Se les olvida que dichos casos son la excepción, mientras que en las “parejas gay” eso es la regla. De nuevo esencialmente no son matrimonio. ¡No son capaces de dar vida!
Al argumento de igualdad de derechos se le olvida que la Ley y la Constitución garantizan la igualdad de derechos a todos los individuos, pero no necesariamente a todos sus comportamientos. A manera de ejemplo, todos tienen igualdad de derechos para entrar al Estadio el Campín, pero no tienen derecho a cualquier comportamiento en él. El homosexual tiene derecho a su pareja y a civilmente unirse como cualquier individuo, pero no necesariamente al comportamiento de ser lo que por esencia no pueden ser: matrimonio o familia.
Finalmente no deben ser familia, por cuanto es indispensable proteger los derechos de los menores que quiéranlo o no van a ser adoptados si se les considera “matrimonio”. Es injusto que a un menor adoptado por una pareja gay se le someta a no contar con un padre y una madre por segunda vez. Ellos tienen derecho a una verdadera familia.
Destacable que esto mismo piensa la líder del movimiento homosexual en Francia, Nathalie de Williencourt, quien abiertamente se ha opuesto al Presidente francés diciendo “soy francesa, soy homosexual y la mayoría de nosotros no queremos ni el matrimonio, ni la adopción”. ¡Sabio consejo!