INCERTIDUMBRE
Expectativas y realidad en contradicción
Una de las corrientes más importantes de la macroeconomía moderna es la teoría de las expectativas racionales. Hoy más que nunca se ha demostrado que las expectativas cambian radicalmente los efectos de la política económica, e incluso son determinantes de las actuaciones de los consumidores, empresarios y gobiernos. Dichas expectativas construyen o destruyen la confianza en la realidad económica y a partir de allí motivan o desmotivan un resultado esperado.
Lo anterior viene a bien destacarlo en un escenario colombiano en el que todos los días en economía oímos buenas noticias que, sin embargo, se oscurecen en el mar de incertidumbre política que vive el país, sumado a temores y desconfianzas que también a diario se oyen en nuestra sociedad y que se autoalimentan en expectativas negativas que van creciendo.
Sin duda alguna, la economía colombiana todos los meses muestra mejores signos de desempeño: la pobreza absoluta y relativa han venido cayendo, la clase media se ha más que duplicado en los últimos años, los coeficientes de inequidad muestran signos de mejoramiento nunca antes vistos en la historia del país, el crecimiento de la economía en momentos de crisis mundial ha sido bueno y muy por encima de la mayoría de países vecinos, incluso con resultado sorpresa favorable en el último trimestre de 2013, el desempleo cae todos los meses, la tasa de informalidad en el empleo también viene cayendo, el consumo de los hogares crece de manera importante, y ahora más recientemente la inflación es una de las más bajas en los últimos setenta años de Colombia.
Todas estas buenas noticias serían alimento de expectativas optimistas sobre el futuro económico y social del país. Todas ellas atraen crecientemente inversionistas del exterior, significan un margen para crecer importante y demuestran sanidad en las políticas macroeconómicas, aparte de que seguirán contribuyendo a que caiga la pobreza y la inequidad.
No obstante lo anterior, es cada vez más frecuente la sensación en la mayoría de que vamos por mal camino (y las encuestas de opinión lo expresan), cada vez más vemos con inquietud el panorama político, y pesan dudas, seguramente por ignorancia, en el proceso de paz, a pesar de ser este un anhelo de todos.
Parafraseando y revisando la expresión de Fabio Echeverri, “La economía va bien y el país está inquieto y desconfiado”. Lo triste de este fenómeno es que al país le sale muy costoso para su propio futuro esta incertidumbre social y política. Más aún cuando vemos naciones vecinas que crecen más que la nuestra (Chile y Perú), y que aún nos falta mejorar en industria y agro.
La pregunta que surge es ¿qué nos pasa? El problema sin duda es más que uno de comunicación. De pronto falta convicción y coherencia en la forma como se ejecutan propuestas y avances en política pública y mucha dosis de humildad y cercanía a la sociedad en los temas que se manejan desde el Gobierno, para acercar la realidad a las expectativas.